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:: La novena puerta

(The Ninth Gate, 1999)

El Diablo sabe por diablo…

El día que yo sea malo, pero malo, lo que se dice MALO… me va a filmar Polanski. Y el día que yo tenga que, con esa maldad escribir un libro, espero que mi asesor sea el mismísimo Lucifer. Eso es lo bueno de La novena puerta (1999) –si damos vuelta el 999 es 666, lo cual es demasiado rebuscado, pero cuando uno es malo, conviene ser rebuscado-.
El malo es malo. Va a matar a todo el mundo por conseguir unos libros que abran esa “novena puerta” (que según los distribuidores y los doblajes es “la última”, lo cual no deja de ser cierto, y se ahorraron el trabajo de contarlas). Pero cuando uno lo piensa bien, dice: “¡Un momento! ¡Todos los malos son malos (al menos en Hollywood) y no tendrán problemas en matar, torturar, sacrificar y una larga lista de atrocidades! Por eso son malos!”
Aquí el bueno, el héroe, el que recorre el camino del aprendizaje que es la película, el que sufre el cambio… ¡también es malo! Polanski se toma alrededor de media hora de película para presentar al Sr. Corso (representado en la piel del gran Johnny Depp). Y lo muestra como un ser sin corazón, como alguien sin escrúpulos como un… verdadero mercenario. Y como es lógico, no hay mercenarios buenos.
Polanski (y Depp) nos dejan ver que Corso no tendría problema en vender a su propia madre y que, por un buen rédito, es capaz de poner su vida en riesgo para ello. Es el mejor en lo que hace (que peligrosos los malos cuando son los mejores en lo que hacen), y lo sabe (cuánto más peligroso eso). Luego de que conocemos a nuestro héroe villanesco (no confundir con antihéroe), se nos presenta a Boris Balkan (Frank Langella, ¡qué mejor para hacer de malo que quien hizo de Drácula y de Skeletor!). Boris necesita constatar la autenticidad de los únicos tres ejemplares vivos del libro "Las Nueve Puertas del Reino de las Tinieblas" (libro que bien podría tener Menocchio en su biblioteca), de los cuales él sólo posee uno. Así es como el héroe se sumerge en la acción. Acción que tiene un ritmo bastante lento durante toda la película. Ello no significa que sea aburrida ni mucho menos. Sí, se entiende que no va a aparecer el Diablo en la mitad de la película disparándoles a todos (ni hace ningún cameo Schwarzenegger pateando traseros).
En el medio de todo esto, como no podía ser de otra forma, hay una chica. La rubia que acompañará a Depp será Emmanuelle Seigner (Esposa de Polanski). Es un personaje que uno no puede terminar de definir si es buena o mala, hasta que la ve desnuda arriba de él, haciéndole el amor (amor, lo que se dice amor…) con mucho fuego de fondo. Podría pensarse que cuando una mujer hace el amor de ese modo, con un castillo incendiándose detrás, y en la búsqueda de un libro que se dice que puede traer al Diablo… es bastante poco probable que haya bajado del Cielo.
Con todo esto se llega a que en la película no hay realmente personajes buenos. Tenemos un señor rico y satánico que quiere un libro para invocar al Demonio, un caballero en extremo culto que no es más que un mercenario de los libros, y un ángel de la guarda proveniente de las hordas del Ángel caído. Y eso es Polanski, un excelente presentador de la maldad. Antes de esta película ya había embarazado a Rosemary, ya nos había mostrado Chinatown (“Olvídalo Marge, ¡esto es el Barrio Chino!”), y había hondado en la maldad largamente. Es en ése ámbito donde este Director mejor se mueve. La marca de Polanski se ve en este film a pesar de no ser de los mejores; desde la primera escena con ese suicidio y la cámara buscando en la habitación del libro que falta.


Por Álvaro Cuadro (editorial@solocortos.com)
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