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:: El cuchillo bajo el agua

(Nóz w wodzie, 1962)

“La exhibición ante la prensa fue un desastre. Después del artículo de Ekran, los críticos estaban dispuestos a darle un vapuleo a mi película. ¿Quién se iba a creer que un periodista deportivo polaco pudiera tener un Peugeot y un yate? Los miembros de la nomenclatura polaca estaban empezando por aquel entonces a enriquecerse rápidamente y El cuchillo era, entre otras cosas, un ataque contra los privilegios.” (1) En la referida nota de prensa de Ekran, un periodista que Polanski califica de apariencia “inofensiva” se pregunta (es literalmente el título de la nota) “¿Para quién y por qué?”. En la misma habla de lo costoso de la producción, los excesos y derroches, intentando que todo lector advirtiera que las extravagancias de este joven cineasta cosmopolita estaban siendo sustentadas por todos los contribuyentes polacos. El reportaje fue fatal para los productores y para el equipo. A causa de estas acusaciones antes de que la película se diera a conocer –falsas según el director lo consigna en su autobiografía- debieron hacer algunas modificaciones al guión original; se cambió el Mercedes por un Peugeot, y se incorporó cierto contenido “social” a los diálogos.
La película se concentra en tres personajes: un matrimonio burgués (Krystyna y Andrzej) y un joven (sin nombre) al que levantan después de casi atropellarlo mientras hace dedo. El blanco de la narrativa no sólo apuntaba a mostrar a los dos hombres compitiendo con infantiles “juegos de poder” para ver quién impresionaba más a la chica -que, a la sazón, está en una edad intermedia entre su marido (un periodista de mediana edad) y el joven con aspecto de adolescente que no parece tener ni rumbo, ni trabajo, ni casa donde vivir- sino que también pretendía arrojar una mirada condenatoria sobre la burguesía, sobre los lujos burgueses –como el auto y el yate- detrás de los cuales hay poca sustancia, detrás de los cuales se oculta la incomprensión, el conformismo y un indecente miedo al riesgo.
El joven irrumpe en la cotidianeidad como el cuchillo que lleva quiebra la imagen abruptamente más de una vez. Los dos compiten tontamente para impresionar a la mujer sin tener mucha idea de por qué; el joven se siente atraído por Krystyna (atracción que se sellará con un beso cerca del final de la película) pero Andrzej sólo compite por sí mismo, para no quedar mal parado, para demostrar, para mostrarse. El mismo Andrzej lo dice claramente: “cuando hay dos hombres en un barco, uno tiene que ser el capitán”. Es la competencia por la competencia misma; por una virilidad que no ha sido puesta en duda pero que hay que defender. El periodista tiene su experiencia, su fuerza; el joven tiene la osadía y el cuchillo.
Esos juegos ponen en riesgo mucho más que la salud o la posibilidad de lastimarse, o de conquistar a la chica; en ellos se pone en juego la seguridad, y la destreza es un medio de hacerse valer y el imponerse sobre el otro. Es explícito en una escena en la que el joven se pone a silbar, Andrzej le dice que a un marinero que silba se lo obliga a subir al palo mayor, y el joven se sube en un derroche de energía y juventud, sin perderse la oportunidad de desafiar a Andrzej a que lo haga. O cuando el joven es capaz de agarrar una olla hirviendo para demostrar que es capaz de burlarse de la agarradero que Andrzej usa y después asumir el desafío. A veces tienen que ver explícitamente con la humillación, como cuando Andrzej desafía al joven a que reme pero, “usando el cerebro y no la fuerza” tal como le dijera anteriormente, lo hace remar tontamente en círculos.
La tirantez entre estos dos hombres y la tensión erótica que se teje entre el joven y Krystyna, van generando una atmósfera cada vez más insoportable a la vez que la “simetría” entre estos dos hombres se va haciendo cada vez más evidente. La mujer lo dice de modo claro cuando trata de explicarle al joven que Andrzej antes era como él y que pronto él se le parecerá.
Pero en realidad, tal vez lo más escandaloso del film sea el tipo de relación que tiene el matrimonio burgués. Se mantienen en una armonía aburridísima mientras el joven no aparece; luego, él les sirve de blanco para sus batallas particulares (sea vencerlo o conquistarlo); finalmente, la posible desaparición del joven (creen que se ha ahogado), les sirve como chivo expiatorio para echarse culpas y para odiarse temiendo el regreso a su pasmosa cotidianeidad.
Este primer largometraje de Roman Polanski –escrito junto a Jakub Goldberg y el entonces también joven director Jerzy Skolimowski- se convertía con estos elementos en una alegoría de la vida diaria en la Polonia comunista. De hecho, el film fue muy mal recibido en Polonia y denostado por el Partido Comunista. Concretamente, se le criticaba esa obsesión por retratar lo “burgués” que –sin demasiado velo- aludía al tipo de vida que se endilgaban ciertos miembros privilegiados del partido.
El tono del film es, a su vez, decididamente oscuro. La mirada entomológica de Polanski trata las más de las veces despectivamente a sus personajes y hasta mantiene gran parte del metraje una cámara distanciada que espía escépticamente. Las aguas se van haciendo cada vez más densas, más cenagosas, en el discurrir de una estructura que, si bien clásica, más de atmósfera que de acción. Los juegos aumentan, las falsedades se van enrevesado cada vez más y las palabras se vuelven más filosas mientras la fotografía en blanco y negro acompaña una estructura cíclica que restituye la “normalidad”.
La narración de Polanski no vacila ante el plano secuencia y deja que muchas situaciones se desarrollen tediosamente completas. Es el caso de la secuencia de la tormenta que obliga a los personajes a encerrarse en el minúsculo camarote. Una canción y una poesía no son interrumpidas por el montaje del film. Sólo el jazz de Krzysztof T. Komeda irrumpe de tanto en tanto aunque muy lejos de funcionar como un efecto tranquilizador.
Polanski ejercita la deconstrucción cuidadosa de los personajes pero para no devolverles nunca su unidad. Los deja desnudos en su complejidad interior para que la arrogancia del espectador los contemple vacíos.

Notas:

(1) POLANSKI, R., Roman por Polanski, Barcelona, Grijalbo, 1985, pág. 204.


Por Natalia Taccetta (natalia@solocortos.com)
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