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:: Dos hombres y un ropero

(Dwaj ludzie z szafa, 1958)

Dos hombres y un ropero es uno de los cortometrajes (el quinto exactamente) que Roman Polnaski realizó mientras cursaba sus estudios de cinematografía en Lodz. Sin lugar a dudas, el más conocido y el que le valió sus primeros pasos hacia el renombre mundial.
Así recuerda Polanski la apertura de la escuela en los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial: “La creación de una escuela cinematográfica en un país depauperado y devastado por la guerra como Polonia se hubiera podido considerar una extravagancia; sin embargo, su existencia quedaba oficialmente sancionada por una inscripción que podía leerse en el vestíbulo principal, al pie de un medallón con la efigie de Lenin: ‘Para nosotros, el cine es la más importante de las bellas artes’.” (1) La escuela proveía los medios necesarios y disponía de buenos profesores.
Polanski recuerda en su autobiografía que la película se originó con motivo de la Feria Mundial de Bruselas de 1958 en la que se iba a celebrar un concurso de cortometrajes experimentales. Allí fue al decano para anunciarle que quería dirigir una película. Era muy costosa por pensarse básicamente en exteriores y en la costa; sin embargo, cuando el decano de la sección de cámara leyó el proyecto que incluía un detalle de tomas, ordenó que se le dispensaran los medios necesarios para hacerlo.
En este cortometraje no hay diálogos ni intertítulos; recupera la fortaleza más puramente visual del cine mudo, e incorpora cierta acidez o desenfado que compartirían muchos de los cineastas que surgieron en la década de 1960 en todo el mundo. En Dos hombres y un ropero hay además una suerte de tono surrealista y un particular manejo del absurdo. Polanski había sido por varios años actor de teatro y eran códigos que ya había manejado. Además, había participado en otros films polacos entre los cuales tal vez el más conocido sea Generación (Pokolenie), una película de Andrzej Wajda, de 1955.
En las intenciones de Polanski estaba la de hacer una cierta apología de la tolerancia, y lo hizo incorporando la metáfora como recurso narrativo principal. El resultado es un corto que plantea la delirante trama en la que dos hombres y un enorme ropero salen del mar para sumergirse nuevamente en él después de un día de tropiezos y malos tratos; con alternativos toques de humor pero con una profunda oscuridad que, aunque en otro registro, se apreciaría por ejemplo en su primer largometraje, El cuchillo bajo el agua (Nóz w wodzie, 1962).
Los dos hombres y el ropero salen del mar con absoluta ingenuidad esperando que la ciudad los albergue, los contenga. Contrariamente, se enfrentan a una chica que no quiere saber nada de ellos cuando ve el enorme armario; son echados de un restaurante en el que los condenan tanto la mirada de los clientes como los gritos de los dueños; no les permiten registrarse en un hotel a causa del armario cuando, en realidad, sí admiten a una señora con infinidad de paquetes y equipaje. La secuencia más explícita de esta violencia que les propone “el mundo real” es aquella en la que, a causa de ayudar a una joven (incluso inintencionadamente), reciben una paliza ejemplar por parte de una banda de jóvenes iracundos. Entre ellos está el propio Roman (que tenía entonces 25 años) que –tal vez anticipando el navajazo que propinaría a Jack Nicholson en Chinatown en 1974- es uno de los más decididos a aleccionar violentamente a los dos inocentes; sin contar con el triste destino de un pequeño gatito negro con el que los muchachos se entretienen. Cansados del maltrato, tienen la buena idea de tirarse a descansar en una especie de depósito del que también los echan a patadas, patadas que se suman a los moretones, la angustia y el espejo roto del ropero.
Más allá del original registro (o registros) en el que se mueve la narrativa del corto, en menos de quince minutos Polanski construye una oscura crítica social donde se ve a la sociedad en acción: intolerante, llena de prejuicios, con una siempre-lista mirada condenatoria hacia el diferente. La estructura cíclica termina de dejar clara la intención: el diferente debe automarginarse para sobrevivir. Concretamente, los jóvenes vuelven al lugar del que salieron: el mar.

Notas:

(1) POLANSKI, R., Roman por Polanski, Barcelona, Editorial Grijalbo, pág. 132.


Por Natalia Taccetta (natalia@solocortos.com)
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