Un film de Jorge Gaggero
 A estas horas de pasado el estallido del proceso de crisis que vino gestándose en Argentina desde al menos las últimas tres décadas, en diciembre de 2001, todo parece más prometedor después de varias medidas que el “estable” gobierno de Néstor Kirchner, supo tomar. No obstante las secuelas se ven por doquier, Cama Adentro es sin lugar dudas la representación de la secuela que más argentinos ha tocado el estallido y que evidencia que aquello efectivamente ocurrió: la realidad latinoamericana nos dio la bienvenida de la misma forma en la que, Dora (Norma Argentina), la empleada de servicios del acomodado departamento de Belgrano “R” de Beba (Norma Aleandro), le dará la bienvenida a su humilde hogar del conurbano bonaerense en una representación metafórica de esta, para muchos, insuperable devaluación clasista.
Aunque sin lugar a dudas la película de Gaggero es dura en su contenido y duro es su mensaje, el subtexto que plantea puede entenderse como una búsqueda “sobre la crisis económica y cultural de mi país y preguntarme en qué medida un desmoronamiento tan significativo como el que se dio en Argentina en los últimos años puede suscitar un cambio o una liberación en la manera en que se relacionan las personas.” (1)
Si bien las palabras del director son bastante alentadoras en relación a lo que el film sabe mostrar, Gaggero toca “la fibra” de la clase media argentina, magistralmente representada por Norma Alenadro -en un papel que indudablemente quedará una vez más entre los más destacados trabajos de su carrera- esa fibra de la ingratitud, de la mascarada constante. La que impide a la clase media reconocerse como lo que, en definitiva, es: una clase empobrecida que, con una altísima tasa de desempleo, la industria totalmente quebrada y la totalidad de las empresas del Estado en manos privadas, no sabe ver más allá de sus propios intereses. Así como Beba, que intentará por todos los medios aparentar que no ha caído ante los ojos de sus amigas y negará su realidad ante lo inevitable: tener que dejar su casa para compartir la de su empleada domestica que aunque con piso cerámico de muy buen gusto, como ha aprehendido de su empleadora, no llega a cubrir la totalidad del cuarto en el que ambas tendrán que vivir.
Gaggero indudablemente logra un entendimiento con las protagonistas del film que le permite una síntesis en los personajes y una determinación en el accionar de ambas sabiendo colocar la cámara allí donde nadie más puede ver esta relación, en sus vidas privadas; en ese departamento que aunque lo tiene todo, las encierra y las une a ambas obligándolas a compartir ese mundo ficticio de un pasado mejor al que están condenadas; por la imposibilidad de reconocerse por parte de una, y por necesidad económica la otra.
 Se evidencia a través del film que se ha generado un muy buen trío entre las experiencias personales y profesionales del director, la experimentada Norma Aleandro y la debutante (al menos actoralmente) Norma Argentina y que, cada uno de ellos ha hecho un aporte sustancial que otorga al film una impronta única: saber hacer uso de los “cliches”.
No hay un afuera en el film y cuando se muestra el director elige mayormente hacerlo para dar cuenta de esta ciudad (de esta realidad) que ha cambiado, en la que proliferan los lugares de venta de artículos usados que, aunque con una gran carga emotiva son dejados por sus dueños, quedarán abarrotados en un sinfín de anaqueles para ser vendidos poco más que como baratijas al igual que los “Todo por dos pesos “ que se convierten en un consuelo para esta clase que quiere seguir consumiendo y la no paridad $ 1 = u$s 1 ya no le permite hacerlo en los lugares en donde solía.
El proceso de crisis en la película es claro, más allá de lo concerniente a la trama principal, vemos como Víctor (Marcos Mundstock) el ex marido de Beba, no sólo debe cerrar su local de venta de artículos de golf, sino que aconseja a Beba jubilar a Dora para contratar a alguien más joven y achicar el gasto al igual que él que ya ha sabido colocar su oficina en alquiler y trasladarla a un teléfono celular y operar la comercialización de los productos desde un bar porteño. Esto último tomado con la naturalidad de sabernos argentinos y por lo tanto acostumbrados a “arreglarnos” de cualquier forma.
Lo más llamativo de las relaciones que estos personajes viven es que Beba jamás pudo contar con sus amigas para hablar del problema que le aqueja y mucho menos para pedirles ayuda. Triste es la realidad de pertenecer a ese lugar, el de la ayuda incierta, el de la “amistad” dada por compartir un lugar en el escalafón social. Allí es, indudablemente, donde el director construye esta metáfora que lo ayuda a intentar que el espectador tome conciencia “contaminándose con sus propias experiencias y estimulándolo a indagar adentro suyo por alguna respuesta.” (2)
Si bien lo que el director de Cama Adentro intenta dar cuenta, al menos cuando dice sentirse optimista, es que estos procesos de crisis tal vez establezcan un nuevo punto de contacto entre dos clases sociales -lo que queda de la “media” y la forzosamente aumentada “baja”- no obstante, y más allá de compartir el deseo con él, el contexto ficcional no es el mismo que el real y será una tarea que costará muchos años conseguir y prosigue: “A veces veo la película y me resulta demasiado optimista y me pregunto si realmente los seres humanos de distintos grupos sociales pueden llegar a hacer un proceso substancial hacia un mutuo entendimiento. Quiero creer que si, pero los tiempos que vivimos no nos dan datos muy alentadores. Otros días, sin embargo, siento que Beba y Dora han podido acercarse y eso me hace sentir la persona más optimista que puedo ser.” (3)
 En el último Bafici, el ecléctico Jorge Gaggero, presentó Vida en Falcon donde mostrará la vida de dos vecinos que, ante la crisis y para no emigrar de su barrio, deciden vivir en sus automóviles Ford Falcon. Posiblemente, otra manera de pensarnos a nosotros mismos.
Notas:
(1) Nota del Director, LiveInMaid_presskit.pdf (http://www.aquafilms.com.ar/ingles/films_camaadentro_ing.html)
(2) Ídem. 1.
(3) Ídem. 2.
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