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:: Entrevista a Diego Curubeto.

El crítico y periodista Diego Curubeto, autor de “Cine bizarro, 100 años de películas de terror, sexo y violencia”, “Babilonia Gaucha”, “Babilonia Gaucha ataca de nuevo” nos aclara algunas inquietudes acerca del cine bizarro.

     Para empezar le preguntamos cómo definía un género y qué era el cine bizarro. Nos enteramos que el cine bizarro no es un género, es una manera cómoda e informal de agrupar distinto tipo de películas, se podría decir que es un adjetivo que surgió espontáneamente mientras miraba películas con su amigo Fabio Manes cuando estudiaban en el CERC (hoy ENERC). Manes le dio nacimiento formal organizando “La medianoche bizarra” donde pasaba los films de su colección. No hay reglas que definan radicalmente los elementos típicos del cine bizarro, pero una comedia suele ser menos bizarra que otro tipo de película, ya que el delirio suele ser parte indispensable del género (por ejemplo, “La fiesta inolvidable” o “Un disparo en la sombra” necesitan del delirio para generar humor, pero eso no tiene que ver con el cine bizarro, o al menos no de un modo evidente).
      Ahora bien, una vez definido el campo de juego, la pregunta es acerca de las extremas pasiones que el cine bizarro despierta. Para Curubeto los que lo aman u odian en extremo son quienes no saben mucho de cine (ya sea por que aman el cine bizarro y no conocen otra cosa, o sólo conocen la última ganadora de Berlín y creen que el cine bizarro es malo). Los que saben, aprecian cosas del cine bizarro y no se interesan por otras. Personalmente hay muchos productos bizarros que lo tienen sin cuidado, y le encanta John Ford, que no es muy bizarro que digamos, solamente para dar un ejemplo. Preguntamos sobre lo bizarro en otras formas de expresión y supimos que cada subgénero se alimenta de sus bases literarias, pero algunos ejemplos de cine bizarro tienen su inspiración en los espectáculos de feria -por ejemplo las películas de William Castle con butacas electrificadas o esqueletos colgando del techo del cine. El cine gore en general tiene una fuente muy importante en el teatro del gran Guignol.
      Ya que hablábamos de orígenes la inquietud apuntaba ahora sobre el propio Curubeto: fue che pibe en la primera película que produjo Roger Corman en la Argentina -ahí conoció a Lana Clarckson, a quien la semana pasada le voló la cara de un tiro Phil Spector. En la segunda película de Corman rodada aquí fue asistente de fx -construyó casi él solito el monstruo gigante con el que lucha David Carradine en “The warrior and the sorcerer”. Trabajó en producción en “Asesinato en el senado de la nación”, produjo muchos comerciales, clips de Virus y Calamaro, dirigió clips underground, cortos experimentales, documentales (hay uno sobre Astor Piazzolla que lo enorgullece especialmente, se llama “Astor” -la historia de Piazzolla contada por sus protagonistas). Escribió varios guiones -hasta ahora se filmó uno solo, “La casa de Tourneur”, que nunca se estrenó- y si recién ahora está haciendo un largometraje –“Intimidades de Isabel Sarli”- es porque no es fácil filmar en la Argentina. O mejor dicho, aclara: este es el país donde filmar tu primera película es muy fácil, pero lo difícil es hacer la segunda ...
      Y sí, el ultimo estadío que nos faltaba abordar era la evolución del género, allá fuimos para saber que evoluciona mucho más rápido que casi cualquier otro tipo de cine, como se puede ver con cosas como “Plaga zombie”, (que dicho sea de paso es el exponente argentino independiente que menciona al preguntar por ello), el fenómeno “Blair witch proyect”, las películas clase B para el mercado del DVD y el cable, y el cine comercializado en Internet.
      Vale decir entonces que el cine bizarro se incorpora como género a esta forma de narrar que es el cine con características propias y -otras no tanto- más lo que destaco de esta nota es el hecho de pensar al género bizarro como un movimiento que surge desde un ámbito independiente y que le abre las puertas todo el tiempo a nuevas formas: de narrar, de ver, de entender y de ofrecer o simplemente de degustar las cosas que tiene para contarnos.

Por Lara Decuzzi (lara@solocortos.com)
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