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:: El heroísmo de jóvenes resistentes

Generación (Pokolenie, 1955)

Estaba solo en el apartamento, meditando acerca de mi destino, cuando sonó el teléfono. (...) Andrzej Wajda iba a rodar su primer largometraje, me dijo, y tenía un importante papel para mí.
Andrzej Wajda es el director polaco que más se ha interiorizado en los distintos períodos y circunstancias del nazismo en Polonia. En Generación, su primera película, empieza a percibirse su preocupación por retratar en ficción la resistencia valiente del pueblo polaco.
Cuando los rusos invadieron Polonia por la zona oriental en septiembre de 1939, diecisiete días después de la incursión de Hitler por el oeste, varios cineastas polacos se vieron obligados a filmar películas de guerra y propaganda soviética. Más tarde, cuando los rusos crearon un ejército polaco integrado por los prisioneros tomados en 1939, varios directores y cámaras polacos se incorporaron en calidad de miembros de las unidades cinematográficas de combate. Fue el caso de Stanislaw Wohl y Jerzy Bossak. (...) El Pequeño grupo de sobrevivientes fundó las unidades de producción cinematográfica de la post-guerra en Polonia. En ellas figuraban personas muy capacitadas, particularmente Alexander Ford (luego, director de la productora polaca Film Polski).
Una vez invadida Polonia por los nazis, fueron instaurándose guettos progresivamente donde vivían miles de judíos polacos hacinados y siendo blanco preferido de toda clase de pestes. El guetto estaba instalado en medio de la ciudad, siendo un taller de mano de obra esclava al servicio de los nazis. El guetto de Varsovia fue el más grande y la sublevación salvajemente sofocada en él, es protagonista en el film.
Los que jamás hayan vivido bajo un régimen comunista no pueden hacerse idea cabal de lo que era la situación de la industria cinematográfica polaca cuando Wajda, que entonces contaba veintisiete años, se lanzó a filmar su primer largometraje, poco después de la muerte de Stalin. (...) Las películas tenían que ser aprobadas por el partido y recibían una subvención de un departamento del Ministerio de Cultura. (...) Lo importante era su contenido ideológico y su mensaje político. (...) Sólo durante el deshielo de 1956-1957 y durante la euforia de Solidaridad, hubo libre elección de temas y, aún así, algunos eran tabú. (...) Todos los aficionados al cine estaban deseando ver alguna película que se apartara de los aburridos y convencionales tópicos propagandísticos.
Generación no se apartaba demasiado de los cánones aceptados para contar la resistencia polaca. De otra forma, las autoridades no lo hubieran aceptado. Lo particularmente distinto del film de Wajda era su manera de contar, su uso expresivo de los recursos, su preocupación sensible por la estructura dramática.
Roman Polanski, luego de una fuerte discusión con su padre, logró escaparse de su casa con la promesa de no regresar jamás y, sin una moneda en su bolsillo, esquivó al guarda del tren para ir a Varsovia a filmar con Wajda. Su personaje no es el protagonista. Pero su testimonio es fresco como su interpretación de Mundek, un joven de la banda que quieren salvar a Polonia, lograr su independencia y la libertad de su pueblo pero también ayudar a los camaradas judíos.
Wajda, con el ardor de su juventud, se impuso en la tarea de romper los deprimentes moldes oficiales. (...) Visible ya en el espectacular plano inicial del mísero barrio de Varsovia en el que se situaba la acción. Tras un minucioso recorrido de la cámara, la escena culminaba en un impresionante primer plano.
Un hombre harapiento produce un dulce sonido con un instrumento de viento. Un barrio pobre de Polonia al costado de las vías descubre a tres amigos haciendo malabares con cuchillos. El tren se acerca y la aventura es robar provisiones del tren que transporta mercaderías hacia Alemania. Uno de los jóvenes es muerto por un oficial. Los otros logran escapar si es que puede concebirse tal hazaña.
Stach está herido y un alguno se conmueve. Sekula, un hombre que está en el bar, ve en él ciertas aptitudes, no con los ojos del rostro sino con una certeza inexplicable. Un poco para ayudarlo y otro poco porque ve en él a una suerte de sucesor.
Stach comienza a trabajar en una fábrica donde descubre la lamentable explotación de los obreros y los negociados de armas que se llevan a cabo en ella. En sus primeras jornadas es avasallado por la cantidad de trabajo y los gritos pero, cuando lo mandan a buscar un material al depósito, descubre un arma y con ella todo un mundo.
Sekula le habla de la teoría de la plusvalía, -Hubo una vez un sabio con barba... Esto evidencia la tendencia política de los personajes pero también ciertos códigos que debían figurar en la película para que sea aceptada por los comités organizadores de las subvenciones.
Una chica les habla de los “Guardias del pueblo” en la escuela. Stach siente la necesidad de buscarla. No es casual que la joven sea hermosa pero además les había hablado de lucha y libertad para su patria. Sekula le presenta a Dorota que se convertirá en su oficial político y, además, en su amor. Todo lo grande que las circunstancia se lo permiten. -¿Cómo debo llamarte? –Ponme un nombre decente. Stach adquiere su segunda identidad, Bartek, aquella que le permitirá moverse por ese otro mundo. Un desdoblamiento que está muy lejos de ser renacimiento, ya que el pequeño Stach se debatirá constantemente con el valiente oficial que pretende ser.
Stach busca el arma entendiendo ya que tiene una misión. En la reunión en el departamento de Dorota ella insiste con lo ideales de libertad e independencia; con la resistencia y la lucha. No están solos, –el ejército rojo está con nosotros. Deben hacer su juramento que los reafirma como polacos, como comunistas y como anti-fascistas y con el fin de luchar hasta el fin por la independencia de su tierra natal.
Unos hombres son ahorcados en público. Wajda elige metonímicamente mostrar sólo sus pies suspendidos en el aire. Y, con igual intención retórica, los rostros atónitos de los que aún caminan por las calles.
Bartek/Stach ve pasar una fila de judíos conducidos al guetto. Son azotados y maltratados. Sus ideales se reavivan –Un comunista debe pelear. En la fábrica le hacen un pedido que no puede rechazar pero los alemanes lo tratan de ladrón y descubren en un segundo su mal alemán y su acento polaco. Lo golpean y lo humillan por ser mugre polaca. Lleno de ira, trama, sin demasiada claridad de pensamiento, con sus amigos tomar prisionero al alemán que lo humilló. Son jóvenes y todo parece un juego hasta que las balas los despiertan y el alemán muere. No sienten dolor por esa muerte en particular sino por aquello en que se han convertido. Odian pensar en la muerte, odian pensar en matar pero deben hacerlo sin poner en peligro a la organización. Dorota los alecciona y, diestra con las armas, no está menos femenina y hermosa, inspirando un respeto profundo en los jóvenes que aún no saben muy bien en qué están metidos, ni demasiado convencidos. Las convicciones más fuertes las tiene Stach pero también sabe que la organización es Dorota a quien ama entrañablemente. -Dorota... mi chica, dice el protagonista en su posición de narrador.
Sekula trae noticias. Hay sublevación en el guetto y hay que ayudar a los camaradas judíos. Bartek debe mantener a su grupo unido. No todos están convencidos de la lucha pero él no descansa. El capataz de la fábrica hace bromas pero otros, más lúcidos, saben que –Tan pronto como acaben con el ghetto, empezaran con nosotros.
Las secuencias de la ocupación nazi poseían un deliberado aire de noticiario y revelaban una influencia inequívoca del neorrealismo italiano. (1)
Una nube de humo negro se levanta sobre el ghetto. Sekula pide ayuda. Y ellos deben responder como pueden arriesgándose algunas veces más que otras. A veces sintiendo que es un juego y otras sintiéndose verdaderos héroes cuando no mártires. Como Jasio que prefiere inmolarse antes que ser atravesados por las balas nazis.
Descubren que Stach ha robado el arma que estaba en el depósito. Empiezan a perseguirlo. Increpan a su madre y dan vuelta su casa pero deben irse cuando Stach pide ayuda y sus vecinos, amenazantes, los obligan a retirarse. Lo único que les queda es mantenerse unidos. Tienen miedo, son civiles y están desarmados; las posibilidades son cada vez menos pero se tienen unos a otros.
La mascara se ha caído y Stach ya no puede volver a la fábrica. Deben irse, conseguir una identidad falsa y seguir luchando. Los oficiales de la Gestapo llegan al departamento y se llevan a Dorota cuando la impotencia y la desesperación no permiten más que quedarse quieto. El valiente Bartek, el candoroso Stach, no pueden impedir que se lleven a su novia. Sólo le queda esperar que todo pase y lleguen a decirle -¿Eres tú el que vende las plumas?, la contraseña que le devolvería algo de tranquilidad.
El plano final de los jóvenes con ciertas posibilidades de mirar al futuro a pesar de las pérdidas y las tristezas, denuncia nuevamente la propaganda. Sin embargo, también pone de manifiesto el lírico romanticismo del director en una película que intenta ser particular cuando hacer lo diferente puede aún ser peligroso.

Notas:
(1) Todas las citas fueron extraídas de Polanski, R., Roman por Polanski, Barcelona, 1985.


Por Natalia Taccetta (natalia@solocortos.com)
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