Faustino Mayta visita a su prima
Es sábado 4 de octubre en Buenos Aires, más precisamente en el barrio de Pompeya. Son ya casi las seis de la tarde. En el 459 de avenida Sáenz, numerosas familias de bolivianos se acercan a Kory, un salón bailable. Pero esta vez no van a bailar sino a presenciar el estreno de "Faustino Mayta visita a su prima" una comedia del director boliviano Roberto Calasich.
La pista de baile que alguna vez había sido patio de butacas del desaparecido cine Sáenz, se ha convertido nuevamente en una sala de proyección, para que los integrantes de la comunidad boliviana en Argentina, puedan ver la obra de un compatriota, donde se habla de la vida de los bolivianos.
La película cuenta el viaje que hace un campesino boliviano, Faustino, hasta Buenos Aires en búsqueda de su prima Fidencia, quien ha emigrado a esta ciudad varios meses antes. El pueblo entero decide enviar a Faustino en esta misión, no tanto por su lazo con la chica, sino por el hecho de que cuenta con la habilidad involuntaria de “kenchachar”: Faustino está algo así como “maldito” y causa daños y desgracias a todo el que se le acerca. Su pueblo es presentado como un lugar armonioso, escondido entre montañas y paisajes maravillosos. Sin embargo, Calasich utiliza este escenario para hacer dos críticas importantes al ser social boliviano. Por un lado, critica el grave problema del alcoholismo:
“Pero lo que sí queremos es tratar de buscar lo que nos identifica a los bolivianos y cuáles son nuestros problemas. Uds. han visto en esta película que se critica mucho el alcoholismo, por ejemplo; y es un problema serio de nuestra sociedad, los bolivianos somos bien borrachos, no hay fiesta social donde no estamos chupando y donde no estemos todos tirados, te das cuenta. Y eso hay que denunciarlo y no podemos quedarnos callados no somos angelitos tampoco” (Cuenta Calasich).
Por otro lado, denuncia el fatalismo de este pueblo, que no cesa de creer en un destino marcado y, probablemente, nefasto. Es por eso que Faustino consulta permanentemente a su brujo personal para que le adivine el futuro. A la vez que el chamán es un chanta y un mentiroso, Calasich denuncia la excesiva sumisión y dependencia hacia este tipo de personajes.
En Buenos Aires, Fidencia ha caído en las garras de un compatriota que la explota en un taller textil. El patrón y explotador de Fidencia es también boliviano, pero habla imitando el acento porteño e incluso llega a invitarla a bailar un tango, mostrando así, la autodiscriminación que llega a causar y sufrir la propia comunidad, negando su propia identidad.
Faustino emprende su largo viaje a la capital argentina encontrándose con infinitas situaciones causadas por el contraste entre la cultura aymará y la globalización en general. Estas situaciones se traducen en miles de gags que nutren la película, como la llegada del protagonista a orillas del Río de la Plata, creyendo que ha llegado a orillas del mar, escena que provoca en el público inmigrante en Argentina muchas risas. En el transcurso de la trama abundan las escenas de disparos, gritos y peleas. Es la manera en que el director se acerca a otro tema que le preocupa: la violencia en la sociedad boliviana.
“Y el tema de la violencia... en el campo hay fiestas donde primero todos se emborrachan y luego todos contra todos... Y al día siguiente, viene la chica y dice “bueno... fue fulano de tal el que me violó entonces hay que pedirle la mano y hacerlos casar.” O sea, es un tema del que tampoco podemos espantarnos en Bolivia y decir "cómo vas a mostrar esa figura de los bolivianos. (...) Tenés que mostrar otro público, te das cuenta..." Pero no es lo que nos identifica, la mayoría de los bolivianos es indígena y es pobre, entonces hay que hacer un cine que muestre, que refleje eso...”
Faustino... es una película que refleja de manera cómica la trágica realidad de la comunidad boliviana que se ve obligada a abandonar su tierra. Al mismo tiempo, es una autocrítica a las actitudes y costumbres propias del boliviano, realizada con un humor ácido y mordaz. Una película realizada con muy bajo presupuesto, en formato de video, con un equipo técnico que no supera las siete personas y difundida prácticamente en circuitos alternativos, con la presencia del director en cada una de las proyecciones; recibiendo a los espectadores y charlando con ellos a la salida de la función, intercambiando impresiones acerca de la película y de las respectivas culturas.
Así, luego de la función, el público abandona lentamente la sala y salen del lugar intercambiando abrazos con el director y llevándose los afiches de la película y algún que otro autógrafo.
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