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:: Verdades de tablón

El origen del deporte denuncia un ataque sobre el pueblo. El paso del tiempo va mostrando cómo sigue el marcador.

El deporte da respuestas a las necesidades del hombre. Sí. Pero particularmente la industria disciplinada, cristaliza especialmente las preocupaciones generadas durante la segunda mitad del siglo pasado; primeramente en Inglaterra, también lugar de origen del capitalismo industrial. Las sociedades industriales emergentes necesitaban asegurarse alguna suerte de control sobre las poblaciones. Y el deporte se presentó como una alternativa para solapar el mecanismo de una manera empática. Totalmente despojado de esas oscuras intenciones, el juego traía consigo una fuerza que iba a ser difícil contener.
Las incipientes formaciones que surgieron entre los compañeros de la fábrica hacían peligrar el estatismo de pensamiento. Había que asegurarse que las ideas sólo se abocaran al trabajo y a la vida familiar y, de ninguna forma, que les hiciera preguntarse si aquello estaba bien. Había que velar por la salud de gran cantidad de hombres que trabajaban, muchas veces, en jornadas inhumanas. De allí la necesidad de institucionalizar un espacio de recreación para la salud de ellos y sus familias y, especialmente, para que el ritmo de producción no se viera afectado por la ausencia de alguno de sus engranajes. Pero el capcioso proyecto se convertía a pasos agigantados en una válvula de escape para todos esos trabajadores, presos de un sistema alienante.
La salud de estas sociedades se convirtió en la principal preocupación de las clases dominantes. Por lo mismo, promovieron los nuevos hábitos sanos y la puesta en marcha de la maquinaria pro deporte, supuso la más activa campaña de dominación pero con un aspecto solidario; y los beneficios, desde este punto, se multiplicaron para las clases responsables.
La institucionalización del deporte surge, entonces, como un mecanismo más de control; específicamente de control del tiempo libre del obrero. Para usar una expresión de Foucault, el obrero se veía, una vez más, atravesado por el poder en todas las direcciones. Sin un poder localizable y vertical, la lucha se volvía, definitivamente, desleal. Así, los modos de esparcimiento se vieron adoptados o rechazados según sirvieran a este nuevo tipo de dominación.
El tiempo mismo demostraría que este nuevo modo de control, no siempre era efectivo. El resultado fue, muchas veces, violencia contenida en los estadios; la posterior represión en las canchas y la prohibición del fútbol en los gobiernos de facto porque asustaba la fuerza de cada domingo. Sin entender qué moviliza a los hinchas a arriesgarse, a seguir yendo a los partidos, a ser testigos del gran negocio del fútbol. No es fácil advertir que es la pasión y la lealtad, ese límite que muchos han visto tan escueto entre el animal y el hombre. Lejos quedarían aquellos que pensaron que con una esfera de cuero caprichosa, podrían dominar al pueblo.
Y así el fútbol fue conquistando a las poblaciones con sus beneficios intrínsecos. Las iglesias encontraron en el deporte un nuevo espacio para acercarse a los pueblos y los gobernantes lo vieron como una de sus primeras conquistas a organizar: buenas campañas, significaban una población ocupada, sana y feliz. Las mismas fábricas se convirtieron paulatinamente en clubes que crearían sus propios ídolos y, con ellos, sus realidades paralelas.
Sólo unos pocos advirtieron el mecanismo y, sin lograr desmontarlo completamente, al menos se dieron el lujo de sospechar de sus bondades. Pero no pudieron impedir que la manía del fútbol emergiera a expurgar las pasiones del pueblo. El fútbol se popularizó y se convirtió en el nuevo foco importante de la cultura. La democratización de la pasión se llevó a cabo con un origen, si no perverso, al menos inescrupuloso pero se hizo arrasante y total. Los pueblos pasaron a vivir muchas veces, gracias a esta gran pasión. Las víctimas de la estrategia se vieron más y más volcados a defender la bandera de una escuadra deportiva porque el fútbol sí que los incluye a todos. La vida, que en las sociedades regidas por sistemas modernos de producción todo se desvanece en una serie de espectáculos, no pierde nada de su autenticidad en el gran espectáculo del fútbol.
El cuerpo de los hombres dejaba de ser la cárcel del alma, ni la sustancia extensa desechable y se convertía en una auténtica mercancía. El cuerpo se revalorizaba pero en un marco de desarrollo bajo el cual corría una industria antropófaga. El cuerpo se vuelve una mercancía más, de incalculable valor muchas veces, pero un objeto de intercambio, en definitiva, como otros. La alienación de la fábrica llegó a otros sectores y el hombre ya no era dueño de su tiempo libre porque éste valía mucho dinero. El fútbol adquirió un poder legitimador como pocos. Y, lamentablemente, muchos gobiernos encontraron en él, una grieta para filtrar sus más maquiavélicos intereses. "El espectáculo deportivo refuerza el espectáculo de la mercancía al presentar, como espectáculo, mercancías humanas." (1) . El régimen de oferta y demanda no deja de satisfacerse con las nuevas mercancías posibles de vender a precios exorbitantes como los jugadores de fútbol. Y es evidente que fue el medio para legitimar más que cualquier otro, el sexismo y la discriminación. Sin embargo, probablemente no haga falta decir que este entretenimiento de masas, un paradójico encierro al aire libre, se encuentra cada vez más vigente como así también, de forma inevitable, el negocio que lo devora. Pero se necesita parar la pelota y permitir pensar el fútbol como eso, como fútbol. Con sus leyes y características propias, que no deben explicar nada porque poco saben de la manipulación en su nombre. El espectáculo, las pasiones, su suceso impredecible y cotidiano, que va mucho más allá del negocio, provocan ese no sé qué que lo llena de fuerza. Esa imposibilidad de desciframiento que supera tal vez su origen y sus utilizaciones. Y ese es el juego. Creer quizás que en dos tiempos las reglas son otras, que no siempre ganan los mismos y que el fútbol reniega de cualquier significado que se le otorga para volver a ser fútbol de nuevo.

Notas:
(1) Expresión de Jean-Marie Brohm en Tesis sobre el deporte. Extraído de José Ignacio Barbero (editor) Materiales de sociología del deporte, Ediciones La Piqueta, Madrid.
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