Cortometraje: historia simple, actual, sensible.
En menos de 4 minutos, Pablo Apiolazza logra un relato coherente, con una estética particular pero que es común en el cine argentino desde Picado fino hacia acá. Una historia que no se nos escapa en ningún momento, que puede ser la de ese muchacho o la de cualquier otro y por esto mismo es especial. Desde que el protagonista aparece, la identificación está garantizada en este Buenos Aires que se presenta por demás hostil. Pero claro, no por eso menos bello. El personaje es uno cualquiera, como todos y único: no consigue trabajo, no consigue un lugar, no consigue que la ciudad lo acoja de alguna manera, no consigue nada. Pero las imágenes adquieren su profundidad de esto mismo. Provoca la reflexión desde el reflejo y desde adentro. No hay distanciamiento sino una Argentina triste y un joven que es todos.
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