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:: "Betty Fisher y otras historias", Claude Miller(2001)

Los miserables de estos tiempos.

Claude Miller, debutó en el cine siendo asistente de muchos de los grandes directores franceses (como ser Carné, Truffaut, Godard, etc.). Dirigió, por su parte, más de una decena de películas con muchos de los más importantes actores galos contemporáneos (entre otros, Depardieu, Serrault, Miou Miou, etc). Recibió una cantidad importante de premios y reconocimientos, incluso por el film que nos convoca, “Betty Fisher y otras historias”. Esta última es una adaptación del libro “Un enfant pour un autre” (“Un niño por otro”) de Ruth Rendell, autora que ya inspiró a importantes directores. Entre los que, en este caso, vale destacar a Claude Chabrol por “La Ceremonia”, dadas las diversas similitudes que contienen, principalmente en su clima de suspense negro y thriller psicológico.
Parafraseando el título, la historia que se cuenta es, en realidad, una sola historia. Y es devastadora. Pero más allá de la trama en sí misma, lo que la resignifica son sus márgenes, las elecciones del director para narrarnos esta historia y provocarnos una pregunta polémica y difícil: ¿Se puede cambiar a un niño por otro?
Para intentar responder a esta pregunta casi retórica, en principio, o simplemente para plantear más preguntas, Miller nos conduce a través de un marco social por un lado, y humano por otro, absolutamente marginal y desesperanzado.
Cabe destacar que las actuaciones, principalmente las del trío femenino protagónico, poseen una solidez en sus matices, y una verosimilitud, inquietantes. Todos los personajes que rodean a Betty (Sandrine Kiberlain), son seres corroídos, oscuros, que habitan su cruda cotidianeidad con un desencanto y un dolor convertido ya en escepticismo. Golpeados tanto y de diferente manera por la vida, sólo les es brindada la posibilidad de la lucha por la supervivencia del más apto.
Pero la protagonista no está exenta en este encuadre de criaturas que sufren diferentes tipos de desamparo y desarraigo. Betty también tiene su cicatriz por una herida que no puede ser cerrada.
Entre estos seres a la deriva, como no revalorizar ¿A cualquier precio, de cualquier forma? el amor más primario y fundante, el de una madre por su hijo.
El film se abre con imágenes intercaladas del afuera de un tren y de su interior, en donde vemos a una madre, Margot, (Nicole García), junto con una descripción psiquiátrica escrita en la pantalla sobre la enfermedad mental que padece; que, de pronto, clava una tijera en la mano de su pequeña hija. Hoy Betty ya es una mujer, una novelista exitosa, que vive sola con su hijo, Joseph. Su maternidad es su refugio y salvación. Pero su madre viene a París a hacerse estudios por su enfermedad y a envolverlo todo con su halo perverso. Joseph muere, en un accidente casi absurdo, y es Margot quien encuentra su cuerpito inmóvil. Y es la expresión de ese rostro la muestra repelente de la crueldad que suele acompañar a la locura.
Por otro lado está Carole (Matilde Seigner), una mujer fría que vive la maternidad como una carga más en su vida de hartazgo. No tiene vinculación con su hijo José, lo llama “pequeño bastardo” y tiene con él diferentes formas de maltrato. Pertenece a una baja clase social de la que quiere escapar, de cualquier manera. Porque este film es un film de marginados, social o psicológicamente.
Pero es esta muestra del desprecio de Carole por su criatura, lo que provoca cierta indignación, cierta sensación de manipulación. Como si existiera una justificación. Porque la pregunta que es premisa del film, se desdobla entonces y nos conduce a pensar que con todo el amor que tiene Betty para dar y con una madre como Carole... Es mejor así. Pero sólo es la simplificación de un tema más complejo.
Porque cuando la madre de Betty decide, desde su distorsión absoluta, regalarle en reemplazo de Joseph otro niño a su hija, al principio Betty desconoce en parte esta situación, y rechaza a este pequeño prestado que su madre disfraza con la ropa de su niño fallecido. Pero en lo que se va sumergiendo, como así también la película, no es sólo en su amor sin límites, sino más bien en el desborde ilimitado de excesos que son propios de la locura. Y lo que vemos, en realidad, no es únicamente el sentimiento de maternidad a ultranza de esta mujer, sino que no ha podido finalmente sobrevivir a su madre.
Los diferentes tipos de violencia que tiñen este drama, están contenidos. Los actos, los hechos que allí ocurren, son viscerales. Todos son víctimas y victimarios, condenados por crímenes que no cometieron, pero culpables de otros. Y frente a esto no hay posibilidad de catarsis ni purgación, ni siquiera en el escape o en su intento.

Por Natalia Weiss (nataliaw@solocortos.com)
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