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:: Cul-de-sac (1966)

Otra vez, un Polanski diferente y destacable

Una carretera en un terreno completamente desierto. La ruta vertical se abre frente a nosotros y los títulos no bajan como de costumbre sino que forman parte de un diseño particular. Enmarca y termina de brindar el clima una suerte de jazz con disgresiones compuesto por Krystoff Komeda, director polaco y músico de casi todas las películas de Polanski, que poseen siempre música original. El cuadro podría ser una pintura de Edward Hooper pero en blanco y negro. Que el comienzo del film se destaque de esta forma no es casual, Polanski ha manifestado la importancia que esta sección inicial del film contiene para él. Para mí, hay que saber primero hacer ingresar a los espectadores en la atmósfera. Los títulos permiten poner en marcha esta atmósfera tan importante en mis films. (1)
No existen dudas de que la atmósfera de Cul-de-sac se instala instantáneamente. Viene hacia nosotros un auto negro, se detiene y desciende de él Ricahard (Lionel Stander), con el brazo derecho herido. Vemos luego a su compañero, Albie (Jack MacGowran) que se encuentra en peores condiciones que él. El automóvil y todo en los dos maleantes hace pensar a un policial negro. Sin embargo, como suele pasar con este director, nada es sólo lo que parece ni va a conducirse bajo reglas fijas y predeterminadas. De hecho, los dos tienen un aspecto y tonos de voces absolutamente bufonescos. Richard empuja el auto con su brazo izquierdo y visible dificultad; se ocupa también de direccionar el volante pero se escucha un estruendo. Su socio no sirve para nada y chocan con una de los barrotes de madera que bordean la ruta. El tono del film se instala entonces también, realmente pocos son los obstáculos que existen en esta ruta en el medio de la nada como para lograr llevarse uno por delante. De hecho, para su distribución norteamericana, el film era acompañado por la siguiente frase: “A veces no hay nada que pueda hacerse más que reír”. Y en este caso la sugerencia resulta acertada.
Richard se enoja con su amigo pero éste se declara harto, y algo le molesta en la espalda, detrás de su asiento hay una escopeta. Son sin duda rufianes, pero se acercan más a los de un cómic que a temibles bandidos. El aspecto que tienen es gracioso, y la imagen en conjunto parece hacer referencia al dúo del gordo y el flaco.
Richard va a buscar un teléfono y deja a su amigo. Siguiendo los cables de los postes de teléfono llega al castillo, Rob Roy, donde vive una extraña pareja, que está situado en lo alto de una colina. En este antiguo castillo del siglo XI, todo estará permanentemente lleno de huevos y gallinas y será lo primero con lo que se cruce Richard.
Nuevamente, nos encontramos en la filmografía de este director con la idea de personajes aislados, recortados del mundo. En este caso, el espacio es un lugar remoto y perdido, y la extraña pareja de Teresa (Françoise Dorléac) y Georges (Donald Pleasence) recibe pocas vistas. Normalmente, más allá del joven amante de Teresa, parecen estar solos y aburridos. Sin ir más lejos, Cul-de-sac significa espacio u calle sin salida. No hay forma de escape, pero aún a una isla remota de difícil acceso puede arribar el peligro. Y a este mismo peligro, paradójicamente, le es imposible escapar. Y se devela en realidad que el peligro está más o menos latente pero presente entre nosotros. Esta isla británica se rige por leyes propias a su naturaleza. La marea se levanta en diferentes momentos del día y la deja por completo aislada.
El malherido Albie (MacGowran) morirá poco tiempo después de la llegada, pero Richard se trasformará en una presencia absolutamente desestabilizante. Esta clase de ecuaciones tampoco resultan ajenas a los films de Polanski; por el contrario, son ejes de tensión recurrentes del director. Con una formación y experiencias teatrales, espacios cerrados y pocos personajes forman una estructura repetida. De esta forma, los personajes y sus caracterizaciones, los detalles y sutilezas, cargados de humor, de ironía, van tejiendo y construyendo tonos y ambientes que entremezclan diferentes ingredientes que hacen de cada film una obra única y difícil de clasificar.
Luego del éxito de Repulsión (1965), Polanski decide filmar este film que había escrito tres años antes con el guionista de la anterior, Gérard Brach. Se trata de la segunda película inglesa de su filmografía. Luego de haber trabajado con Catherine Deneuve, termina eligiendo para el papel de Teresa, una joven hermosa, disparatada e infantil que no sabe qué hacer para divertirse con su marido, a Françoise Dorléac, hermana mayor de Deneuve. En efecto, Dorléac era una figura reconocida del cine francés de los 60 y modelo de importantes marcas y es quien recomienda a su hermana para el film que comparte con ella, Tocan a la puerta (Les portes claquent, Jacques Poitrenaud-1960) ocupando en la ficción el mismo lazo familiar que en la vida real. Siendo su hermana la actriz reconocida, Deneuve elige el apellido de su madre para diferenciarse. Françoise Dorléac muere a los veinticinco años, un mes después del estreno de Las señoritas de Rochefort (Les Demoiselles de Rochefort, Jacques Demy- 1968) en un accidente automovilístico en Niza. Por otra parte, se trata éste del primer film en el que la actriz Jacqueline Bisset pronuncia sus primeras palabras en la pantalla grande, en un pequeño rol como una de las integrantes de los invitados inesperados que transformarán el ambiente del castillo en una sucesión de pequeñas situaciones hilarantes. Esto es así en gran parte por el juego de poder y hasta -podría decirse- de seducción que se establece entre la mujer de la casa y su supuesto victimario, dando lugar a situaciones desopilantes como por ejemplo la negación de Richard a cocinar un pollo porque él gallinas no mata. Todo en su aspecto y en la huida que emprende da a pensar en que para otras tareas posee menos resquemores. Por supuesto, si no es pollo son huevos puesto que parece ser lo único que hay en ese lugar. Esta situación con toques clásicos de comedia se sostiene también por el snobismo superficial de los invitados que entregan un marco ideal.
Las relaciones tejidas en este film poseen características propias de los personajes polanskianos pero con matices que otorgan al conjunto una idea de comedia absurda. Richard entierra un hombre y la mujer curiosa, si bien estaba encerrada, se escapa por la ventana y se dirige hacia él. De forma bastante natural continúa con él el trabajo mientras beben alcohol. Ya completamente borrachos van a buscar a George para que termine él el trabajo. La lucha de poderes es constante. Teresa le reclama a su marido un rol más dominante y no soporta su sumisión frente al extraño. Parece no soportar tampoco la falta de interés que este extraño demuestra para con ella. En el final del film, cuando Richard decide finalmente partir, ella parece entrar en crisis y le exige desesperada al marido que haga algo con el revólver que ella le quitara al maleante. George dispara con torpeza pero con tanta mala o buena suerte que acierta sobre su adversario.
Muchos comparan a este film con las obras de Samuel Beckett y de Eugène Ionesco. En particular, piensan a este film -que iba a llamarse en un principio When Katelbach Comes haciendo referencia al supuesto jefe de los delincuentes a quien Richard espera y cree ver llegar a rescatarlo pero que, por supuesto, nunca aparece- con Esperando a Godot. Es cierto que algunas de las exploraciones del espíritu humano y de las relaciones entre un dominante y un sometido forman parte del universo de Roman Polanski. Es el mismo Polanski quien cuenta cómo fue el trabajo con el guionista para escribir esta historia. No hay tema, dice, que pudieran definir y sobre el cual girara el film; por el contrario se trata de diferentes situaciones hilvanadas entre sí que van conformando el todo que resulta. Partían de escenas aisladas, ignorando hacia dónde se dirigían, olvidando luego a veces el punto de partida.
Algo es innegable en Cul-de-sac y es tal vez lo que hace que posea fanáticos tan fieles alrededor del mundo. Sin grandes pretensiones, si bien la atmósfera del rodaje fue sumamente tensa y el equipo estuvo a punto de parar el film cuando el director obligó a sus actores a hacer por tercera vez el virtuoso y memorable plano secuencia de siete minutos que –dicen- era impecable desde la primera toma, aunque éste incluía una zambullida al agua helada que hizo en la tercera repetición desmayarse a Dorléac, nada de esto se respira al visualizar el film. Por el contrario, las obsesiones del director se despliegan aquí con una frescura tal que dan la sensación de que el film respira y atraviesa así, salticando de situación en situación, los códigos preestablecidos del policial, de la comedia negra, y de cualquier tipo de etiquetamiento y va abriéndose un camino propio y personal por el que nos conduce jovialmente.

Notas:
(1) Entrevista realizada por Alexandre Tylski en septiembre 2006. Disponible en: http://www.roman-polanski.net
(2) POLANSKI, R., Roman par Polanski, Ed. Livre de Poche, 1985. Traducción propia.

Por Natalia Weiss (editorial@solocortos.com)
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