Los prejuicios en torno al Cine Pornográfico
Se dice del cine pornográfico… que es amoral, que no tiene argumento, que repite una y otra vez sus secuencias, que tiene tramas inconexas o que sus guiones son débiles y algo alejados de la realidad. Se dice que sus caracterizaciones son estereotipadas, que sólo muestra monótonamente escenas de coito al ritmo del mismo tema musical de fondo, con un último acto descomunal para levantar el clímax del film.
Se dice que exagera el deseo, el tamaño de los genitales y la energía sexual. Entre otras cosas, se dice que es vulgar, que trata a las mujeres como objetos y que hace parecer al acto de amor de la cópula en un acto animal instintivo sin afecto y sin emociones.
Los guionistas de la serie South Park, en un uno de sus capítulos, dicen que el cine porno muestra hombres y mujeres adultos teniendo penetración sexual, pero también puede haber cinco hombres enanos manoseando a otro y orinándole encima. En ese caso, es normal encontrar gente vestida de látex divirtiéndose a los fustazos limpios.
Se dice que al espectador del porno le da lo mismo cualquiera sea el set donde el mismo esté realizado. No importa si la escena está filmada en un colegio de señoritas que juegan con la ensalada de pepinos de sus profesores; o en una oficina cualquiera donde el jefe le da su merecido a la secretaria por no haber desempeñado bien su trabajo; o si la producción gastó un poco más y filmó en una playa exótica a fascinantes odaliscas que son violadas por saqueadores del harem. Se dice que al espectador de este tipo de género audiovisual sólo le interesa curiosear las fantasías de otros, observarlos, sin ser visto. Como diría Christian Metz, el espectador de cine es un mero voyeur que espía en la sala oscura y se identifica con el personaje haciéndose su propia película. No importa si en la pantalla se proyectan empleados que salen de una fábrica o si en la misma festejan alguna ocasión especial con una orgía.
Se dice que el cine pornográfico no se preocupa por la calidad artística, al contrario del cine erótico. Este último tiene por eje el deseo y sugiere en vez de mostrar abiertamente, como por ejemplo en El Piano (The piano, Jane Campyon, 1993). Dentro de estas películas, a veces se encuentran algunas un poco más subiditas de tono como las celebradas Nueve Semanas y Media (Nine 1/2 Weeks, Adrian Lyne, 1986) o Bajos Instintos (Basic Instinct, Paul Verhoeven, 1992). Pero bastante lejos están de las películas porno que centran su acción en lo explícito del sexo sin simular las escenas que se ven en la pantalla. Así lo deja claro Raymond Lefevre, subrayando que el porno no ha alcanzado aún su edad de oro…
Los dichos, y entre dichos serán muchos, sin embargo, todos coinciden que no existe el cine pornográfico sin eyaculación.
Según la enciclopedia británica, la pornografía es la representación de la conducta erótica en libros, películas, estatuas, fotografías que tienen como objetivo provocar excitación sexual. En algunas épocas fue enaltecida, mientras que en otras se limitó a dictaminar lo que era amoral y prohibido para el uso de las buenas costumbres. La palabra pornografía deriva del griego porni (prostituta) y graphein (escribir) y definía originalmente a cualquier obra de arte o de literatura que describiese la vida de las prostitutas. También se dice que el vocablo pornografía define la representación explícita de la actividad sexual humana, en todas sus variantes, desde la cópula heterosexual, hasta las múltiples manifestaciones de la fantasía en torno a la sexualidad...
La historia de las representaciones de esta actividad humana de plus reproductivo ha empezado antes que los griegos la definieran de esta manera. Se pueden encontrar imágenes de coito humano en distintas (por no decir todas) las civilizaciones primitivas. Un ejemplo son las piedras de la gruta francesa de Combarelles, que datan de unos cuarenta mil años de edad.
Sin embargo, una de las primeras evidencias claras de pornografía en la cultura occidental tiene connotaciones religiosas: son las canciones que los antiguos griegos dedicaban al Dios Dionisio en las bacanales. Encontramos también el culto a Príapo en gran parte de los dibujos de la ciudad de Pompeya en el primer siglo A.C. Por otra parte, los grafittis conservados y las señales de prostíbulos (un falo erecto dibujado, por ejemplo) en las calles de la misma ciudad nos hablan de una prolífica vida sexual.
Recién a partir del siglo XVII, pornografía y censura comenzaron a cohabitar. Hasta entonces las sociedades occidentales habían estado más preocupadas por la blasfemia que por la obscenidad. Es en las primeras décadas del siglo XVIII cuando un historiador ya clásico señala a la vida sexual desenfrenada de los antiguos como la culpable de la caída y la decadencia del imperio romano.
La pornografía nos dice mucho acerca de las sociedades en las cuales se produce. Sin ir más lejos, la pornografía florece en la época victoriana a pesar o quizás por todos los tabúes que prevalecían en los tópicos sexuales. En 1834, una investigación en Londres establece la presencia de más de cincuenta y siete negocios pornográficos en Holywell Street solamente. Una obra notable de la pornografía victoriana es la autobiografía anónima My Secret Life (1890) que constituye a la vez una crónica social de los bajos fondos de una sociedad puritana y el minucioso y detallado recuento de la vida de un caballero inglés que persigue gratificación sexual.
Por esa misma época –1895- se producían las primeras proyecciones públicas del Cinematógrafo. Ya un año más tarde, en 1986, en el catálogo de la Pathé se encontraban los títulos de cortos eróticos cuya protagonista se mostraba en camisón. No es muy difícil imaginar que inmediatamente habría mujeres desnudas posando para la cámara.
Sin embargo, desde los albores del cine mudo, el cine pornográfico recorrió primero un camino ilegal. En ese tiempo producido clandestinamente tanto en Europa como en los Estados Unidos. Fue en los países escandinavos donde se atrevieron a realizar los primeros cortometrajes en color del género que mostraban el acto sexual sin tapujos. A mediados de los '60, Copenhague era considerada la capital de la pornografía y sus breves Stag Movies empezaron a dar paso a la realización del hoy famoso largometraje condicionado sólo para adultos. Recién en los años '70 el porno irrumpió masivamente, y ya sin trabas legales se convirtió netamente en una actividad industrial.
Garganta Profunda fue el primer hito de la industria, producida por Gerard Damiano, y protagonizada por Linda Lovelace. Este film de 1972, tuvo una gran resonancia a nivel mundial. Llegó a la portada de Times, cuando al destaparse el caso Watergate se descubrió que llamaban garganta profunda al confidente principal de Bob Woodward y Carl Bernstein. A su vez, la película era una comedia mediocre, pero cargada de humor, donde un médico encuentra que su paciente tiene una malformación congénita que le provocaba la falta de satisfacción cuando hacía el amor. Ella tenía el clítoris en la garganta…
A partir de ese momento surgen decenas de directores que empezaron a retratar ese universo lleno de placer, gozo y perversión que puede dar el sexo, como Lasse Braun o los hermanos Mitchell. Lo que trajo aparejado el nacimiento de muchas estrellas que erigieron el Star System del género. Se puede mencionar el nombre no sólo de Linda Lovelace, sino que también a John Holmes, Annie Sprinkle, Ron Jeremy, Marilyn Chambers, Jamie Gillis, Anette Haven y Veronica Hart. Míticas estrellas del rubro como Nikki Wilde, Jenna Jameson, Tania Russof, Tabatha Cash, Barbara Doll o Sarah Young o el meritorio y tan popular Rocco Sifredi. Es curioso el caso de algunos actores masculinos que no sólo son escogidos por sus obvios atributos físicos, como el destacado John Holmes, a quien llaman Mr. 35 cm; o como el caso de John Wayne Bobbit, que se convirtió en pornostar famoso después que su mujer en un ataque de celos e ira le cortara el pene.
A su vez, críticos, periodistas, fotógrafos y editores -como Larry Flint– contribuyeron a que esta industria vaya tomando preponderancia y solidez económica a lo largo de las últimas décadas. Ya que entorno de las películas existen un gran número de publicaciones, festivales, programas, etc., que publicitan a sus estrellas y productos audiovisuales, dejando sumas millonarias en sus recaudaciones, consolidando este mundillo donde la satisfacción de las fantasías más viscerales es la que se lleva todos los premios.
Hoy en día el cine pornográfico es una de las ramas de la industria audiovisual más lucrativas. Para esto también contribuyó mucho el advenimiento del video. Se abarataron los costos de producción aumentando el número de obras pornográficas que se realizan por año. El video hogareño contribuyó a llegar a un número mayor de consumidores. El desarrollo de la tecnología dio paso a toda una nueva generación de productores y comerciantes donde Internet les ayudó a ir más allá de los límites del negocio. Ya no sólo 'estrellas' del rubro pero también 'gente real' se muestra al mundo satisfaciendo su placer sexual en pequeños archivos de la red. Un poco inspirados en el boom de los reality-shows, muchos productores del género, realizaron películas cuyos protagonistas son gente común, a la que se la retrata excitándose en su vida cotidiana.
No importa el soporte de la imagen, sea una caverna en Francia, las frases de un libro, o un video juego de realidad virtual donde el espectador participe de una fantasía programada, sino lo que es llamativo es la persistente necesidad de poner en escena la sexualidad. Sea tanto para admirarla, espiarla, observarla, disfrutarla o babearse en la fascinación que provoca esta naturaleza humana.
Asimismo, como hay literatura pornográfica que ha alcanzado el status de clásica, cítese el Arte de amar de Ovidio, El satiricón de Petronio, el Decamerón de Bocaccio, el Diálogo de cortesanas de Aretino, Las mil y una noches, y avanzado el siglo XX, Las mil y una vergas de Apollinaire, El libro blanco de Cocteau. Quizás cuando la crítica supere los prejuicios se tomará el trabajo de elaborar un estudio más serio sobre un género que lo merece. No podemos olvidar el material subversivo que incorpora el material pornográfico al situarse en el lugar de los placeres prohibidos por las sociedades normalizadoras. Y quizás ese día podamos tener en la videoteca de clásicos, al lado de El ciudadano de Orson Welles, a Garganta Profunda o a Taboo.
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