Documental Ficción Experimental Animación Musical
 
SoloCortos.com Escribe

:: La reina de la noche, Arturo Ripstein

Y así las monarquías y los reyes. La vida de Lucha Reyes, estrella mexicana, según Arturo Ripstein.

Géneros y Ripstein. Beber con moderación.

Hablar de géneros pareciera conducir directamente a los films de Hollywood. Y no es un error si se piensa que los géneros son sólo una forma de reunión de películas asimilables a un esquema previo de clasificación.
Pero hay que tener en cuenta que este razonamiento se forja y fortalece con el desarrollo de la industria del cine, o mejor planteado, del cine como industria. La repetición de los modelos de producción y narrativos de las películas conducía a la amortización de los mismos, convirtiéndolos en éxitos de taquilla. Por lo tanto, los personajes, los lugares, y las historias similares terminaron conformando los géneros, gracias al apoyo del público, por supuesto.
Sin embargo, es interesante plantear que un género es también un sistema específico de expectativas e hipótesis que provee al espectador un medio de comprensión y de reconocimiento.
Para ello configura un verosímil que supone una posibilidad. Es decir, dentro de ese marco que es la historia de esos personajes, que viven en ese lugar y que tienen ese problema es factible que suceda esto.
Según Aristóteles “la verosimilitud no es la relación entre el discurso y su referente (la relación con la realidad), sino entre el discurso y lo que los lectores toman como verdad”.
Por lo tanto, cada historia, cada película que instala su propio verosímil es porque se inscribe de una u otra manera en algún género.

Según Román Gubern, “(...)el melodrama sea tal vez el más popular de los géneros posibles, si bien su fijación genérica tal como hoy se la concibe, se produjo muy tardíamente y después de un proceso de singularísimas evoluciones desde su inicial forma aristocrática y musical hasta su forma actual”.(1)

Un gran ejemplo de ello es el trabajo de Arturo Ripstein.
Melodrama/Ripstein son un binomio excepcional. Y La reina de la noche (1994) una de sus geniales producciones.
El film es una biografía imaginaria acerca de la vida sentimental de la cantante mejicana Lucha Reyes. Quien a pesar de su personalidad arrolladora, su talentosa voz, y su sensibilidad extrema invierte su vida en la búsqueda infructuosa del amor y la amistad que nunca llegarán plenamente.

Arturo Ripstein. Director. Hijo de un productor de cine, creció entre cables, sillas de lona y reflectores. El cine formó parte de su vida y desde niño sabía cuál sería su destino. A los 15 años vio Nazarín y le dio el "ataque Buñuel". Fue cuando supo que quería ser director.
En sus películas los personajes muestran sin tapujos la descomposición física y moral de la sociedad. No hay nada sagrado, ni la familia, ni la infancia, ni la paternidad. Para Ripstein, el mundo es tenebroso. Y se encarga de dejarlo claro todas y cada una de las veces que filma.
"Me gusta la oscuridad, la vida secreta, lo subterráneo y lo oculto. Me gusta lo mencionado a medias, lo inconfesable. Soy lo suficientemente optimista para hacer lo que hago”, declaró en una entrevista (2), y sin dudas, prueba fehaciente de su mirada del mundo son sus películas.
Sus films son oscuros y difíciles, pero son la sordidez convertida en obra de arte, con ausencia de pudor y absoluta devoción por el melodrama.
Los personajes al borde de la cuerda, los humillados, los oprimidos, los derrotados, los desesperados, los ansiosos, los feraces son los elegidos por este director para tomar revancha contra la realidad, porque las cosas que asustan ofrecen pocas oportunidades para hablar de ellas. Y Ripstein las trata de esta manera en sus películas, en sus historias y desde su mirada del mundo.
En La reina de la noche Paz Alicia Garciadiego, la guionista del film, junto a Ripstein narran la historia de Reyes de una forma tal que la tragedia termina convirtiéndose en lógica, en única salida posible frente al estado de las cosas.
Pero entonces, ¿el cine es un espejo de la realidad?. Sí. ¿La mirada del director es un recorte de ella?. Sí. Sin embargo esta es una película que pone a prueba estos postulados, ya que una vez volcada en un film, la realidad cobra una belleza, fuerza y un carácter de irreductibilidad, que no poseen en verdad, sino todo lo contrario.
La reina.... le confiere al destino trágico de la diva mexicana una naturalidad, que termina siendo muy pequeño el espacio a la retórica del “¿por qué a mi?” o “justo ahora que”. Los personajes tienen incorporado que su destino es así y lo viven como pueden. Y lo mismo ocurre con el espectador, ya que durante el desarrollo de la historia, por más trágica que ésta sea, se produce una aceptación de lo que a cada uno de los personajes le ha tocado sin alterar el verosímil creado por el director, sino todo lo contrario, reforzándolo.


El ejemplo.
Si bien Ripstein prefiere llamarla "biografía imaginaria de la vida sentimental de Lucha Reyes”, como lo indica la placa del principio, los acontecimientos narrados guardan coherencia con su vida real, pero algunos están modificados y otros, directamente omitidos.
Este es uno de los puntos donde se forjan algunos de los pilares para sostener esta naturalidad mencionada en el párrafo anterior. Y es en esta elección entre qué omitir, qué alterar y qué contar, que hace el director sobre los hechos importantes en la vida de la estrella en donde el destino trágico, irreductible e imponderable de Lucha se convierte en la única salida posible.

La primera secuencia del film, como el índice de un libro, presenta los personajes, el contexto y los conflictos consecutivamente.
Corre el año 1939, en un tugurio/prostíbulo llamado “El Cairo” (nombre recurrente que Ripstein utiliza en sus films) donde los carteles anuncian a Lucha Reyes, y la cámara la muestra sentada sobre el escenario, preparada para empezar a cantar ni bien se lo soliciten.

La llegada de uno de los noctámbulos clientes del lugar es la excusa perfecta para hablar de Lucha. Su acompañante, un alemán exiliado por comunista que acaba de llegar a México pregunta por ella. Obtiene por respuesta que después de quedarse muda en Berlín, La Reina, está más recuperada que nunca, y que su canto es único, “porque para tener la voz así hay que sacar el alma por el puchero”.
¡Arránquense, muchachos!, dice Lucha a los mariachis que la acompañan y comienza a cantar. Al terminar, baja del escenario y se sienta a beber junto a La Jaira, la prostituta del lugar, novia, amante y compañera de Lucha. La llegada del mafioso de turno, el Gato Linares, al lugar hace que Lucha deba regresar al tablado a cantar en homenaje al nuevo cliente. Lucha arranca con una canción que al Gato no le agrada, así que éste reclama en los peores términos que no le gustan “las canciones para ñoños”. La estrella mexicana, parapetada en el escenario no hace caso a la petición y empieza “con la misma” (como le pide a sus músicos acompañantes) varias veces, hasta que Linares decide largarse, mufando, tras apuntarle con un arma y dejar en claro quién maneja la batuta en ese cabaret.

El cierre de esta situación es un plano muy gráfico con respecto al desarrollo dramático del resto de la película. Linares y su troupe se van de El Cairo y para descontracturar tensiones la gente se pone a bailar nuevamente. Así aparece Calderón. Un apuesto joven que observa con el mismo interés a Lucha y a La Jaira. Cuando la multitud de la pista despeja la zona, Calderón mira a La Jaira pero en el medio está Lucha, sentada en el escenario. Los tres se miran sugestivamente y dan por empezada la función.
Entre toda la información que aparece en esta secuencia, hay coincidencias con la vida real de Lucha en partes. Sí estuvo en una exitosa gira en Berlín de la que tuvo que regresar, pero no por problemas de salud, sino por inconvenientes con los nazis. Y sí se quedó muda cuando la fiebre tifoidea le jugó una mala pasada y por lo que tuvo que abandonar su carrera como cantante lírica. Lucha se ganó al publico al cantar fragmentos de las óperas: Carmen, Manon Lescaut y de Il Pagliacci con lo cual demostró su poderosa entonación de contralto. Cuenta la leyenda, que la futura Reina del mariachi recuperó la voz cuando intentaba detener una discusión bastante violenta entre su madre y su medio hermano (de quien no se hace mención en el film). Así fue que Lucha Reyes dejó sus estudios académicos en la ciudad de México para desarrollar sus dotes de cantante. Un año más tarde se recuperó, aunque debido a la enfermedad, su voz se tornó rasposa y desgarrada, con la que impuso un estilo agresivo a sus interpretaciones. Un desafío para el refrán: es peor el remedio que la enfermedad.

En el film Lucha le explica a Calderón en una de las noches de borrachera y visitas de bar en bar que “el canto es cosa de mi madre, a mí me gusta esto”. Y Ripstein refuerza esta idea con el reclamo que le hace la madre constantemente: “deberías haberme hecho caso y dedicarte a la ópera, pero te gusta la noche y no me escuchaste”.
También es cierto que Lucha en 1929 conoce al periodista Gabriel Navarro con quien al poco tiempo se casaría. Después de sufrir un aborto, Gabriel comenzó a tratarla despectivamente, lo que derivó en divorcio. La adopción de una niña no modificó para nada la situación, porque además la intromisión de su madre entre los dos ayudó a la llegada del final.
Entonces, los hechos no son tan distintos a la realidad, pero Ripstein le da una pincelada estilística para que cobren fuerza, ya que su Lucha quedó estéril por una golpiza recibida, y porque la adopción de la niña en el film es absolutamente ilegal y desesperada. Es más bien la compra de un objeto/niña a una mujer que limosneaba en la iglesia. Y porque el equivalente a Gabriel Navarro, que es Calderón, no es ni periodista ni se divorcia en buenos términos de la artista. Más bien es un hombre de la noche mexicana que quiso probar un poco de la vida de Lucha y ya.
Lo que sí refleja la película es que Lucha causaba tumultos en los lugares en que se presentaba. Colocada en el centro del escenario, y con una presencia única lograba impactar con su estilo, que contrastaba con la clásica mujer abnegada de medio rural. Por esta razón, Lucha Reyes, con su expresiva voz y con la herencia muy mexicana del vestido multicolor, representó, con gran elocuencia, la canción popular ranchera.

Por una mujer ladina perdí la tranquilidad (...) y a la orillita del río / a la sombra de un pirul / su querer fue todo mío / una mañanita azul / y después en la piragua / nos fuimos a navegar / qué lindo se movía el agua / cuando yo la volví a besar...” cantaba Lucha en uno de sus éxitos, y extraño parece hoy que hace sesenta años se oyera la voz bravía de Lucha Reyes haciendo que una mujer pudiera hacer que otra “perdiera la tranquilidad”. Sin embargo, era una época de esplendor de la cultura popular mexicana, en la que muchas otras célebres mujeres interpretaron apasionadas canciones de amor dirigidas a otras mujeres. Eran también tiempos de expansión económica y de una estabilidad social que enmarcaron un orden férreo en cuanto a los papeles sexuales de hombres y mujeres.

El otro punto importante desarrollado en el film como personaje periférico a Lucha es la figura de madre. Literal o no, este no es un vínculo fácil de digerir. En principio es una madre castradora, exigente, orgullosa. Y quizás eso es lo que vuelve más interesante a este personaje. Porque su fortaleza es producto de golpes y malas pasadas a lo largo de la vida. Y eso es lo que le inculca a su hija. Que el destino ya está escrito para gente como ellas.
En la lógica interna, para llamarla de algún modo, que desarrolla el melodrama, es donde radica el por qué a un vínculo tan violento y agresivo, y no por eso menos normal al mismo tiempo.
Porque por otro lado, las reacciones de Lucha frente a su madre responden también a esta lógica mencionada anteriormente. Ejemplo de ello es cuando ella regresa una madrugada después de haber conocido a Calderón y le cuenta a su madre que ha conocido un hombre y que está enamorada. La madre le manifiesta su oposición rotunda a que establezca una relación de pareja porque siempre termina deshecha y abandona. Discute con la hija, en vez de alentar su estado de felicidad, y le dice: “es que me da miedo que me hagas de nuevo el número de la suicidada”, y la respuesta de Lucha, sin cólera alguna, es:”no se apure, hoy no me mato”. ¿Cómo evaluar esta relación?¿Quién es la tira bombas?. Demás está decir lo magnífico de la construcción de los personajes, porque esta indefinición que genera sobre cuál de las dos perjudica más a la otra, o por qué tanto rechazo entre ellas, no es ni más ni menos que aquello que alimenta la tensión dramática de la historia. Ah, olvidaba mencionar que esta es la primera aparición de la madre en el film.

La historia sigue avanzando y Lucha abruptamente decide casarse con Calderón, una madrugada en una parroquia del lugar (dicho sea de paso, donde efectúa la compra de una niña para darle a su futuro esposo porque ella ya no es más fértil). Pasa a buscar el velo (sí, el velo) por su casa y a su madre para que acuda a su sagrada unión. Y de paso, hacerle un regalo de bodas: una fábrica de sombreros charros para que asegure su futuro. Por supuesto que discute con ella y la madre le pregunta:¿es que quieres comprarme la razón con centavos?¿no ves que todo lo que digo es para que no te dañes? y Lucha tras la pausa contesta: Prefiero que me dañe.. Y así las cosas. Las dos saben perfectamente de qué hablan y por qué. Simplemente eligen caminos distintos para llegar a un mismo lugar. Aceptar que el destino que les tocó es uno solo, les guste o no.

Para cerrar esa secuencia, antes de partir hacia la iglesia Calderón pretende sumar puntos con su futura suegra y le explica que realmente quiere a Lucha, y que es un hombre de bien. Pausa y la madre de Lucha responde: ¿entonces para qué quiere a la Lucha?. Calderón, sin respuesta alguna, baja la mirada y sale del lugar.
Este es un buen ejemplo más del talento de Ripstein. No le hace falta contar con golpes bajos cómo es la relación madre/hija. Con situaciones como esa queda claramente planteada. Ambigua, intensa y no por ello menos sincera.
Pasan los días y Lucha, decepcionada por sus desengaños amorosos, (el abandono de Calderón y de La Jaira) se aficionó a la bebida y regresa con su hija a vivir a la casa de su madre.

Estaba todo dicho pero Ripstein siempre lo hace mejor. Ya sabes lo que tienes que hacer le dice la madre a Lucha y se va pegando un portazo. Al caer la noche regresa a su casa y encuentra a su nieta en la puerta, desesperada porque su madre la mandó a hacer algunas compras para evitar la resaca a la farmacia y no la dejó volver entrar a la casa.
Recién al regresar la abuela pueden entrar nuevamente. Lucha sigue en el baño. Esta última secuencia Ripstein decide contarla no desde la agonía de Lucha, sino desde la de su madre y su hija adoptiva que escuchan desde el living los gritos productos de el dolor de Lucha, que espera que los narcóticos y el alcohol hagan efecto.
Así es mejor, así tiene que ser le dice la abuela a la nieta, tratando de explicarle por qué no pueden ni deben hacer nada más que seguir bordando ese vestido y dejar que el destino de Lucha demuestre que es imposible torcer su curso.

¿Entonces?

Ahora bien, La reina de la noche es un melodrama indudablemente. Pero la clasificación genérica puede ser muy ingrata en algunas oportunidades. Esta labor que pareciera ser simplemente determinar rasgos genéricos y ver si aparecen o no en el film, no siempre lo es, ya que la pureza estrictamente formal de los géneros es cada vez menor por la propia – y lógica - evolución de los mismos.
El melodrama aparece a finales del siglo VXI y evoluciona desde esa fecha hasta hoy. Pero el punto de inflexión que nos importa, a los fines prácticos de trabajar con la película de Ripstein, es la irrupción de la novela de folletín en 1833. Allí es cuando se produce el desplazamiento del melodrama clásico y aparece en una forma más similar a como lo conocemos hoy.
”Esta aparición supuso la más gigantesca operación de democratización consumística de la historia de las novelas (...) Y esta democratización estaba asentada en la homogeneización de la sensibilidad, estandarizada con el rasero del conservadurismo. (...) Con la nueva novela de folletín se plantean en toda su crudeza los equívocos de la llamada “cultura popular””. ” explica Gubern (3). De manera que la novela de folletín empezó a competir con el melodrama, hasta que empezaron a retroalimentarse, así como los best-sellers literarios con el cine. Tanto que la palabra folletín hoy en día es usada como sinónimo de melodrama.

Con la depuración de los elementos mágicos y de terror que poseían los melodramas clásicos, la mutación hacia el formato actual parecía estar más cercana.
Arnold Hauser (4)dice que “el melodrama no es otra cosa que la tragedia popularizada, o si se quiere, corrompida.”. Ahora bien, que haya adquirido popularidad no le quita veracidad al carácter trágico. El fatalismo de la tragedia griega es ahora la fragilidad e inseguridad de aquellos que entran y salen del sistema político (generalmente salen y salen). Entonces, el melodrama no es una manifestación de venganza, sino de lamento y de sumisión.
Sin embargo, hay rasgos que se mantienen entre la tragedia y el melodrama, no exactos, pero sí en lo que afecta a las acciones de la historia. En la tragedia el azar (factum) es malignamente manejado por los dioses. En el melodrama esa realidad inmutable es el destino trágico. En La reina de la noche el carácter de destino inexorable aparece más de una vez, y es lo que determina muchas de las actitudes de Lucha. O de la madre que le repetía constantemente que no podía torcer su destino.
Entonces, la felicidad negada es uno de los ítems característicos del melodrama. En la mayoría de ellos aparece como un frustrado amor interclasista, pero no en el caso de Lucha. Y este puede ser uno de los elementos fascinantes de la historia. Ella acepta su destino trágico no sólo como la única opción, sino como normalidad, aquella naturalidad que hablábamos al principio.

Otro de las características del melodrama es el esquematismo y la hiperemotividad. Por eso construye personajes sin matices (los buenos son muy buenos y lo mismo con los malos). Sin embargo, en el caso de Ripstein, y de muchos otros cineastas, cambian esquematismo por ambigüedad, confiriéndole así a la historia más verosimilitud, y por qué no, un carácter más trágico.
El melodrama puede ser profundamente reaccionario porque salva las diferencias entre ricos y pobres en nombre del amor, porque los malos están donde tienen que estar y son castigados, etc. Sí, es un obtuso sistema de premios y castigos. Pero también abre la posibilidad de hacer una crítica sociológica, porque como toda obra artística es un documento, y es reflejo de la realidad de ese entonces. Es decir, no son iguales- sí en esencia, eso es claro- los ricos de las novelas de los años 60 que los de hoy ni los pobres, ni los oficios, ni los problemas que se generan entre ellos.
No es lo mismo exponer una mirada de renuncia y abandono frente a la adversidad del destino que una de afirmación de valores propios que ayude a seguir hacia adelante. Y esa es la estrategia de Ripstein. Porque Lucha se suicida enfrentando al destino, no preguntándose por qué ella. Porque la madre espera en la habitación contigua que las pastillas hagan efecto, porque eso es lo que debe suceder.

La reina de la noche es un melodrama, que es un género popular. Es una película de Arturo Ripstein quien ha demostrado con su talento para abordarlo que un género no deber ser una estructura cerrada, y que el cine siempre de alguna manera es un recorte de la realidad.
¿Culebrones?¿dramones?¿folletines?. Sí, puede ser. El melodrama es un género que a simple vista quizás no califique para las elites intelectuales. Pero lo cierto es que es un género inabarcable y complejo desde un plano teórico, como desde uno narrativo, ya que lo los valores morales que desarrolla pueden ser subversivos o conservadores, dependerá de lo que uno esté dispuesto a leer.



Notas.
(1) Román Gubern, Mensajes icónicos en la cultura de masas, Editorial Juven.
(2) Sanjuana Martínez, Babab, revista de cultura, extraído de www.babab.com
(3) Román Gubern, Mensajes icónicos en la cultura de masas, Editorial Juven.
(4) Arnold Hauser, Historia social de la literatura y el arte, Madrid, Editorial Guadamarra, 1957.

Por Lara Decuzzi (lara@solocortos.com)
© Todos los derechos reservados

Versión para impresora





Quienes somos Descargas Enlaces SoloCortos.com RSS Condiciones de Uso

¿Noticias sobre cortos y cine?
Registrate aquí

SoloCortos.Com
SoloCortos.Com
SoloCortos.com