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:: ¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?

Amén (Constantin Costa Gavras, 2002)

Amén es un alegato, basado en hechos reales, sobre la pasividad del Vaticano y de la Iglesia Protestante frente al nazismo y su exterminio de los judíos durante la II Guerra Mundial. En un principio se iba a llamar El vicario como la novela de Rolf Hochhuth en la que está basada.
El film está planteado a partir de las luchas individuales de un oficial de las SS, Kurt Gerstein, y un sacerdote, Ricardo Fontana, que intentan dar a conocer la matanza colectiva de judíos a los poderes religiosos y a los aliados.
La falta de reacción del Papa Pío XII, también conocido aliado de los franquistas en España, ante las acciones de Hitler, es uno de los puntos en los que el director hace hincapié.
”En la Alemania de los años veinte y treinta no había institución que tuviera una estructura tan organizada como la de las iglesias católica y evangélica, que abonaron el terreno para la masacre, difundiendo un profundo antisemitismo (...) Se trata del silencio de los grandes poderes, como los que, sin duda, eran en aquella época la iglesia católica, con el Papa a la cabeza, y la protestante. El 45 por ciento de los soldados alemanes eran católicos. A Hitler le hubiese sido imposible seguir adelante con el exterminio si Pío XII hubiese pronunciado una sola palabra en contra.”Costa Gavras tiene las cosas claras. Por eso su película deja ver que en el reparto de culpa, todos habían sacado números.
El film comienza con la intromisión de un ciudadano en una reunión en las Naciones Unidas. Tras repartir unos volantes, declama que ésa es la única forma que encontró de llegar al corazón de la gente. Disparándole al propio. Acto seguido, en una entidad para discapacitados mentales, los nazis hacen lo suyo. Y eso recién empezaba.
En la novela el protagonista es el Papa. En el film, es el oficial SS que descubre lo que pasa verdaderamente en los campos de trabajo. Horrorizado, pretende denunciarlo en los altos mandos de la Iglesia católica, religión a la que adhiere fervientemente, pero, la vida le dará una sorpresa y nadie lo escuchará.
Gerstein es convocado por el ejército SS por sus conocimientos químicos y su estrategia para combatir el tifus y la contaminación de las aguas en los campos con el gas zyclon B. La efectividad de su trabajo es tan alta que logra ver que el combate de sus colegas no es contra ninguna plaga, sino contra los judíos.
La secuencia en la que descubre la verdad, tiene dos escasas puestas de cámara y casi ninguna palabra. Repleta de tensión, angustia e impotencia. Los generales nazis lo llevan a espiar por la mirilla de la cámara de gas. Las puertas se hinchan y, por ese agujero diminuto, se ve una gran herida, una de esas que no cierran fácilmente. El cruce de miradas con sus colegas alcanza para confirmar que eso es lo que cree. Impunemente orgullosos, los soldados vuelven a los autos.
A partir de allí, Gerstein llega al obispado y el único que cree que deben hacer algo es un sacerdote jesuita destinado a Berlín, cuyo padre trabaja con el Papa, a quien quieren hacerle saber la verdad.
Para alcanzar tal objetivo Gerstein decide seguir perteneciendo al partido para ver, ser testigo y denunciar. Pero el avance del horror era imparable, y las latas de gas zyclon B no paraban de llegar. El responsable era él que, ahora, era Teniente.
Fontana, por su parte, se desplaza en el aristocrático medio eclesiástico, que hacía oídos sordos a las denuncias del joven. Necesitaban pruebas. Cuando las obtenían, como la confesión de un teniente SS, no podían aceptar que el Santo Padre se reuniera con un nazi. Irritables ellos, sólo tapaban el exterminio de seis millones de personas.
El personaje de Ricardo Fontana atraviesa una muy fuerte transformación a lo largo de la historia. Las verdaderas reglas del Vaticano aparecen:el Evangelio y la diplomacia van juntos, la Iglesia es víctima de esta guerra, la Iglesia está hecha de paciencia y trabajo duro. A la pregunta que le hace Ricardo al Cardenal, ¿hay que salvar al Vaticano o a la cristiandad? responde con indiferencia absoluta, pensando en que hay que fijar días para las Pascuas. El mensaje de Navidad que omite las palabras judío, nazi y exterminio, cuando se esperaba una dura crítica a los asesinatos, es el hecho que detona la sensatez de cualquiera.
Ricardo se coloca la estrella de David sobre la sotana frente al Papa, el último recurso que tenía para seguir viviendo con fe. Así es que se infiltra en uno de los trenes que llevaban judíos a Auschwitz. Los nazis, azorados, pero nazis aún, lo mandan a trabajar al crematorio. Gerstein falsifica un permiso y lo va a buscar. Él se niega, seré los ojos de Dios en este infierno, explica. Y con su fe entera, se va.

Gerstein es un SS en una primera instancia. Es militar. Es científico y se da cuenta demasiado tarde de los hechos a pesar de su preparación intelectual y su cargo militar. Es muy complejo tomar una posición, ya que se le puede permitir a Gerstein que sus intenciones de desinfección hayan sido buenas e ingenuas, quizás. Y se le puede permitir también la intención de luchar contra los molinos de viento que significaba oponerse a toda maquinaria. Pero en algún lugar asoma, retóricamente, algo que hace ruido y que cuesta pensar. Eso insoportable que es ser parte de un movimiento asesino, absurdo, que encima se contrapone a las creencias religiosas que estructuraron la vida de este personaje. Es cierto que el cristianismo y la culpa se retroalimentan, pero semejante carga, es un abuso. Peor aún, si “ser parte” es una obligación de ambos lados. Porque en el momento de mayor asqueo, Gerstein explica que no sólo los expulsan sino que los exterminan, ¿acaso la expulsión es justificada?
Una vez prisionero del ejército aliado, presenta un informe que sirvió de prueba de la existencia de las cámaras de gas y de la ausencia de compromiso de la Iglesia católica. En 1945 aparece ahorcado en la cárcel, y se sospecha que fue víctima de un asesinato. Veinte años más tarde, el nombre de Gerstein queda limpio. Pero donde hubo olas, la arena queda turbia.

Ya desde el afiche de la película, una mezcla de esvástica y cruz romana obra de Oliviero Toscani, del publicista de Benetton, Costa Gavras relaciona a los distintos organismos que no quisieron ver lo inocultable. Desde la Sociedad de Naciones hasta la diplomacia, desde la medicina hasta la Iglesia, todos se aferraron a sus intereses económicos en vez de mirar a los de la humanidad toda. El Vaticano tiembla porque un ataque nazi aniquilaría la biblioteca.
Quizás sin demasiado despliegue técnico, pero con la denuncia y la memoria en función de la reflexión, llega al espectador el llamado de atención. Porque no siempre ciertas traiciones son el último recurso de los justos, como le explican a Fontana en el Vaticano. Porque justicia y seis millones de muertos, no riman. Porque el primer periódico en informar que los judíos no sólo eran perseguidos, sino exterminados, fue el Daily Telegraph el 25 de junio de 1942. Porque en los diarios argentinos de la época se puede leer sobre la supresión del ghetto de Varsovia y sobre el plan de eliminar en masa a todos los israelitas (1). Porque después de medio siglo, el silencio no tiene justificación. Y la humanidad debiera saberlo. Amén.

Notas:
(1) Croci, O y Kogan, M, Lesa humanidad. El nazismo en el cine, La Crujía ediciones, Buenos Aires, 2003.


Por Lara Decuzzi (lara@solocortos.com)
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