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:: El ángel azul (Der Blaue Engel, Joseph von Sternberg, 1930)

Acerca de la fascinación y su caída

Film iniciático del cine alemán sonoro es, además, el lanzamiento de la actriz Marlene Dietrich como femme fatale de la pantalla. Basado en la novela Profesor Unrat (Unrat es una expresión del alemán que, si bien es de uso poco frecuente y antigua, significa algo así como: que no tiene idea) de Heinrich Mann (1905), el director de este film, Joseph von Sternberg, traslada esta historia a 1930. El escritor Heinrich Mann, considerado un escritor menor en comparación con su célebre hermano y también novelista Thomas Mann, sufrió junto con éste último el más absoluto desprecio a su escritura por parte del nazismo al ser calificada, por diversos aspectos, como representación de una cultura decadente. Por supuesto, ambos debieron huir de Alemania y fue un hecho notorio la prohibición y posterior quema de los libros del escritor de, entre otros libros fundamentales, La Montaña Mágica.
De hecho, es el profesor Unrat, representante de la burguesía alemana y de la transmisión de su saber, la víctima de esta mujer devoradora. En un principio, el profesor es presentado como un hombre severo, estructurado y poseedor de una férrea y en apariencia impenetrable moral. En su clase, su apellido y su presencia que condensa otro tiempo, son objetivo de la burla de jóvenes agresivos y crueles. Al llegar al recinto educativo, después de que los alumnos lo saluden de pie al costado de sus pupitres, ve en su cuaderno la fácil transformación de su apellido en el adjetivo: rata. Un solo alumno permanece como sufrido testigo del incansable maltrato del profesor por parte de los otros jóvenes. Debe callar pero su mirada refleja el malestar de ver también lo que vendrá, de forma inevitable.
El profesor descubre un folleto de cabaret en manos de un alumno y obliga al alumno-testigo, el único que le brinda respeto, que le explique las andanzas de sus compañeros. Con la información sobre las salidas nocturnas de sus alumnos, se dirige al cabaret El ángel azul para descubrirlos y aleccionarlos. Pero conocerá su perdición.
Enseguida, este otro mundo, tan atrapante como decadente, lo toma por completo. Este cabaret es el nuevo circo: mujeres que fuman y bailan en prendas menores, animales y payasos, todo un entorno marginal y mundano. Resulta destacable el manejo del profesor en este antro, en una actuación colmada de histrionismo pero también de matices por parte de Emil Jannings, construyendo un estadio de sorpresa por todo lo que lo rodea y que no puede dejar de observar, pero a la vez bañado de cotidianeidad y comodidad desde un primer momento, resultando esto sugerente. Como si todo lo que podría faltarle a este hombre solo, viejo y desgastado pudiera paliarse sumergiéndose sin pensar en esta realidad distorsionada. Y como si sus, en apariencia, arraigados preceptos morales funcionaran sólo como una fachada, ocultando un espíritu vulnerado y vulnerable desde un inicio.
Enseguida, Lola Lola (Marlene Dietrich) mide su presa y presta particular atención a este profesor que, dentro de este lugar, refuerza una apariencia ridícula y gris. Por su parte, él es envuelto por esta mujer cautivante que se configura como contraposición de lo añejo y estructurado, y que manifiesta la encarnación de la sensualidad de lo prohibido. Lo llama papá y no deja de tratarlo como a un viejo lastimoso y patético.
Los alumnos, corren en búsqueda de venganza a golpear al alumno que los denunció formando un cuadro de sombras chinescas y amenazantes. Las leyes están planteadas y son las de la fuerza. En efecto, al ingresar al salón de clase, el profesor Unrat ya es otro. O lo que queda de él. Se suena la nariz estruendosamente y, frente a las miradas expectantes de sus alumnos que esperan el sermón, calla. La pérdida de dignidad del maestro se expone en el rostro del alumno golpeado y en las sonrisas satisfechas de los otros. Algo ha cambiado y no tiene vuelta atrás.
Otra vez en el cabaret, Lola Lola les pregunta si el maestro que supo de su presencia en el lugar, les dijo algo y ellos le contestan, alegres: ¡Nos tiene miedo!
El profesor también concurre nuevamente al cabaret, excusado de poder buscarlos nuevamente. Lola Lola, habiendo escondido a los alumnos que la rodeaban, hace una puesta en escena frente a los ojos de éstos que se asoman desde su escondite, y arrastra al profesor a un coqueteo humillante, que ignora ser visto por miembros de su alumnado. No tarda en verse enredado en una discusión con un cliente borracho que cargosea a su objeto de deseo. Al complicarse el asunto, él también debe ser escondido en el sótano junto con sus alumnos frente a la llegada de la policía. Cuando los encuentra, los saca entre retos pero encuentra en ellos la pérdida de su autoridad y respeto. Pérdida que lo rodea en todo ese ambiente para el que su presencia resulta llamativa y a la vez burlesca.
Profesor: ¡Qué hacía usted aquí, confiese!
Alumno: (desafiante) Lo mismo que Ud.
Otro enciende un cigarrillo y no responde a la orden del profesor de apagarlo, es el profesor quien se lo arranca. Cuando salen corriendo, todavía le gritan nuevamente rata por la ventana.
El profesor, borracho, es llevado entre el público que observa el número de Lola Lola. El dueño del lugar interrumpe abruptamente a la cantante para anunciar la presencia del profesor a todos los presentes. No existen ya rastros de la compostura previa en la figura del profesor Unrat. Embelesado, observa la representación del canto que su seductora amada le dedica.
(...) Los hombres se agitan como mariposas junto a la llama, si se queman las alas ¿qué le voy a hacer? (...)
Unrat amanece en la habitación de ella, que prepara amorosamente el café. Al notar la hora, el profesor corre hacia al liceo ¡Tengo que ir al liceo! ¡El deber me llama! . Pero al llegar a la escuela con una flor en su ojal colocada por Lola Lola, lo reciben dibujos y caricaturas en el pizarrón, que aluden a su enamoramiento infantil. Mientras los alumnos hacían estos dibujos, tapaban la boca del alumno-testigo. La violencia prevalece ya como forma y código aceptado. Y cuando el profesor comienza a borrarlos, es directamente atacado al grito de ¡huele a rata! y, por el griterío, otros miembros del liceo se acercan al aula. El director ingresa y les solicita quedarse solo con el profesor. Adhiere, con claridad, al criterio de los alumnos. Festeja el ingenio de éstos al mirar los dibujos y toma la flor blanca que lleva el profesor Unrat. Le recrimina tirar por la borda su carrera por una persona así. Pero el profesor le pide que no se meta con su futura esposa y que se abstenga de cualquier comentario. Entonces, el director le anuncia que debe dar parte a la superioridad.
El profesor Unrat se sienta solo en el escritorio, detrás suyo están aún las caricaturas, pero él sólo ve la flor. Pero cuando concurre al cabaret con un ramo de flores, ella le agradece venir a despedirla. Mientras el profesor permanece atónito, ella empaca y le dice que no se aflija, que volverá. Obsesionado, él le entrega un anillo pidiéndole matrimonio. Ella, divertida, no puede parar de reír por la situación y la demanda. El profesor Unrat, grave, le ruega Espero que caigas en cuenta de la gravedad del momento.
El casamiento es en el cabaret y él es un payaso. Emite un sonido de gallo para burla de todos, sólo porque ella se lo pide. Parten juntos.
La frialdad e inviabilidad de la supuesta unión lo lastiman, pero no puede irse. Él ya lo abandonó todo, ya no es nada ni nadie.
Al dueño del circo se le ocurre la idea de usarlo a él como el profesor devenido payaso y volver al Ángel Azul, a su ciudad, donde todos lo conocen, para presentar el número. En la escena el ex-profesor disfrazado es ya completamente humillado. Debajo del escenario, también. Lola Lola se deja cortejar en el mismo momento por otro hombre. Unrat se mueve como un animal enjaulado, cegado, lleno de furia contenida pero paralizado. Es sometido por el domador para que cante como un gallo frente a todos, como ya lo hizo en privado. Un miembro del público grita ¡Esto es cruel, la policía!. Claramente, la escena es desgarradora. El derrumbe de toda dignidad humana es reflejado en este único acto. Y el grito final de este hombre, gutural y desesperado, cargado de un dolor absoluto y devastador, atraviesa la escena para dirigirse hacia ella e intentar ahorcarla. Agónico, deambula él, o su sombra, por las calles que lo conducen hacia su lugar perdido y, en su escritorio, muere aferrado a su pasado.
Este profesor hundido como metaforización de toda una sociedad cegada y fascinada por el terror establecido.


Por Natalia Weiss (nataliaw@solocortos.com)
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