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:: Shoah de Claude Lanzmann

“J’ai recu Shoah comme un choc”, prefacio del guión original del film “Shoah” de Claude Lanzmann por Simone De Beauvoir traducido por Solocortos.com

Shoah no es un film del que sea sencillo hablar. Existe una magia en esta película que desafía toda explicación. Después de la guerra, conocimos la realidad de los guettos y de los campos de exterminio, y quedamos devastados. Pero hoy, cuando vemos el extraordinario film de Claude Lanzmann, advertimos que no habíamos entendido nada. A pesar de todo lo que supimos, aquella experiencia aún era lejana para nosotros. Ahora, por primera vez en la historia, lo vivimos en nuestras mentes, nuestro corazón y nuestra carne. Se convierte en nuestra propia experiencia.
Sin ser ficción ni documental, Shoah consigue recrear el pasado con una sorprendente economía de recursos -lugares, voces, rostros. La grandeza del arte de Claude Lanzmann está en hacer hablar a los espacios, en revivirlos a través de las voces, mucho más allá de las palabras, haciendo de lo innombrable, la expresión de los hombres.
Espacios. La gran proeza nazi fue atacar todos los frentes. Pero no pudieron vapulear todas las memorias, y Lanzmann logra descubrir las horribles realidades escondidas tras un camuflaje, como vigorosos bosques y pastos frescos. En el ocaso de esos verdes campos yacían cuerpos desvencijados de judíos que habían muerto de asfixia durante el día. En tan poco tiempo se convertían en cenizas sus cuerpos incinerados. Se ven los campos pacíficos donde granjeros polacos podían escuchar y aún ver qué pasaba en los campos. Se ven los pueblos con viejas casas de donde toda la población judía había sido deportada.
Claude Lanzmann nos muestra las estaciones de tren de los campos de Treblinka, Auschwitz y Sobibor. Camina sobre las hoy cubiertas de césped rampas, por donde miles de víctimas eran conducidas a las cámaras. Pienso que una de las secuencias más escalofriantes, es la de la confiscación de valijas. Algunas más pretensiosas o caras que otras pero todas con nombres y direcciones. Algunas madres llevaban en ellas leche, talco y comida de bebé. Otras llevaban ropa, comida y medicinas. Pero ninguna necesitaría de ellas.

Voces. Durante la mayor parte del film, todas las voces cuentan las mismas cosas: los trenes que llegaban, los vagones que se abrían y dejaban caer los cadáveres, la sed, la terrible sensación de miedo, los procedimientos de "desinfección", las cámaras de gas. Sin embargo, nunca suenan repetitivas. Primero, por el hecho de que son voces diferentes. Hay una fría y objetiva -con pocos temblores emocionales al principio- voz de Franz Suchomel, el SS unterscharführer en Treblinka. Es él quien da el más detallado y preciso reporte de la exterminación. Hay unas pocas y opacas voces de algunos polacos -el conductor de la locomotora, de quien los alemanes obtenían "golpes" de vodka, pero quien no podía tolerar los gritos de sed de los niños; el jefe de la estación de Sobibor, preocupado por el repentino silencio que acaecía en la cercanía de un campo. Pero frecuentemente esas voces se vuelven indiferentes o burlonas.
Y luego están las voces de los pocos judíos sobrevivientes de los campos. Dos o tres que lograron con el tiempo alcanzar cierta serenidad. Pero muchos otros que apenas pueden dejar ser a sus voces que se quiebran rompiendo en llanto. El hecho de que muchas veces se hable de las mismas cosas no aburre. Al contrario. Funciona como la intencional repetición de una frase musical o de un leitmotiv. Con intensos momentos de horror, con los paisajes pacíficos, los lamentos y los lugares tranquilos, Shoah se construye como una composición musical. Y el trabajo en su totalidad es apuntalado por la casi intolerable imagen de las vías que pasan a través de los campos.

Rostros. Muchas veces dicen más que las palabras. Algunos polacos expresan compasión. Pero la mayoría de ellos se muestra indiferente, irónico y aún satisfechos. Los rostros de los judíos combinan con lo que ellos dicen. Los más ominosos son caras alemanas. El recuerdo de Franz Suchomel permanece incólume, excepto cuando canta una canción glorificando Treblinka y es entonces cuando sus ojos se iluminan. Y la crueldad de las expresiones de otros dicen la mentira, que no sabían y que son inocentes.

Uno de los mayores logros de Claude Lanzmann está en el hecho de contarnos la historia del Holocausto desde el punto de vista de sus víctimas, así como de los "técnicos" que lo hicieron posible pero que rechazan la responsabilidad que les compete. Uno de los más típicos es un burócrata que organizaba el transporte. Él explica que eran trenes especiales aquellos en vacaciones o para grupos de excursión y, por tanto, llevados a la mitad del costo. Y no niega que los trenes enviados al campo fueran especiales, pero asegura que no sabía que los campos significaban exterminio. Él dice que supone que era en los campos de trabajo donde los más débiles morían. Sus embarazosas, evasivas expresiones acompañan su inescrupulosa certeza.
Un poco más tarde, el historiador Raul Hilberg nos cuenta que los judíos que eran "reasentados" eran tratados como vacacionistas por la agencia de viajes y que, irónicamente, ellos mismos financiaban su propia deportación, desde que la Gestapo pagaba por eso con los bienes que les eran confiscados.
Otro sorprendente ejemplo de cómo una expresión da palabras a la mentira está en el "administrador" alemán del guetto de Varsovia. Él quería ayudar al guetto a sobrevivir, según declara, a protegerlo del tifus. Pero cuando Claude Lanzmann lo ataca con preguntas, él masculla respuestas, su expresión se vuelve distorsionada, sus ojos se marean y queda totalmente confundido.

La edición de la película de Claude Lanzmann no sigue un orden cronológico. Diría que es una construcción poética, si es que puedo usar esa palabra en relación con semejante tema. El guetto de Varsovia, por ejemplo, está descripto recién al finalizar el film, cuando ya sabemos el terrible destino de sus habitantes. Aquí nuevamente la narrativa no es de una sola voz: es una cantata funeral con distintas voces. Karski, funcionario del gobierno polaco, en exilio, visitó el guetto para contar al mundo lo que había visto (con ningún propósito específico). Él sólo ve la inhumanidad del abatido guetto. Los pocos sobrevivientes, derrotados por las bombas alemanas, explican por otra parte los esfuerzos hechos para preservar la humanidad de la maldita comunidad.
El gran historiador Hilberg mantiene tiene una larga discusión con Lanzmann sobre el suicidio de Czerniakow, que pensó que con eso podía ayudar a los judíos en el guetto pero que perdió toda esperanza el día de las primeras deportaciones.
Desde mi punto de vista, el final del film es maravilloso. Uno de los pocos sobrevivientes del guetto yace en soledad sobre sus ruinas. Él dice que experimentaba una suerte de tranquilidad mientras pensaba, "Soy el último de los judíos y estoy esperando a los alemanes." Y la película inmediatamente corta a un tren en carrera a otros campos.

Como todos los que han visto el film, mezclo pasado y presente. He dicho ya que lo milagroso de Shoah, está en esa mezcla. Debería agregar que nunca hubiese imaginado semejante combinación de belleza y horror. Cierto, la una no ayuda a conciliar la otra. No es cuestión de estetización: más bien, ilumina el horror con una inventiva y austeridad que advertimos que estamos asistiendo a una gran obra. Una auténtica obra maestra.


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