Operación masacre, una investigación de Rodolfo Walsh, una película de Jorge Cedrón y una oscura realidad de la historia argentina.
Un basural. En el montón de desechos, el asco y la muerte. Una figura casi humana se divisa a lo lejos y cuando se acerca, se levanta. Así comienza “Operación masacre”. Una película de Jorge Cedrón realizada entre noviembre de 1970 y agosto de 1972. Estrenada con aprobación del Instituto de Cine en 1973, aunque antes de eso se calcula que había sido vista por unas cien mil personas como el mismo Walsh documenta en su libro, en la edición del año 1972. Fue rodada con treinta actores profesionales que aceptaron los riesgos de la clandestinidad junto a Julio Troxler, uno de los sobrevivientes de la masacre, un fantasma que actúa de sí mismo y recuerda, como lo hizo mentalmente desde aquél 9 de Junio de 1956, cada uno de los sucesos de la muerte de compañeros y de la suya propia.
Julio Troxler recorre esos bultos inertes Me llamo Julio Troxler. Volví con la esperanza de encontrar algún compañero herido... no había nada que hacer. Estaban todos muertos. La narración en off de la voz de quien logró escapar, convierte a la ficción en dolor y a los actores en víctimas auténticas. Después supo que no era el único sobreviviente. Juan Carlos Livraga se levanta de su lecho de muerte y reclama ensangrentado “¡Hijos de puta!”. Así terminó la Operación Masacre; pero no la pesadilla. Ni a los familiares de los fallecidos se les ahorró humillación alguna, como cuenta Troxler.
El gobierno constitucional de Juan Domingo Perón es interrumpido por las fuerzas activas de la sociedad el 16 de Septiembre de 1955. La autodenominada Revolución Libertadora (1) instaura un largo período represivo y de proscripción (Ley 4161). El golpe de Estado que pone fin al segundo gobierno peronista, encabezado por el General Pedro Eugenio Aramburu (2) y el Almirante Isaac Rojas, sumado al exilio del líder, son factores determinantes en el surgimiento de lo que se conoce como la resistencia peronista, que empieza a manejarse independientemente de la dirigencia, ya que ésta se encuentra burocratizada y desorganizada, incluso partidaria del acuerdismo.
El 9 de Junio de 1956 el Gral. Valle lleva a cabo una revuelta contra las autoridades de facto sin éxito alguno. Ni el propio Perón había manifestado su acuerdo porque no estaba seguro de la autenticidad de los móviles de sus ejecutores. Los principales focos de la revolución son La Plata, Campo de Mayo y Santa Rosa. Valle y sus compañeros son fusilados antes de que se decrete ley marcial en el territorio de la nación. Veintisiete son en total los muertos de ese intento pero seis meses después se entera Walsh que Hay un fusilado que vive. (3)
La Operación Masacre fue contra un grupo de personas que, mientras escuchaban “la pelea” o jugaban a las cartas, son llevados detenidos a la comisaría. Algunos de ellos tenían muchos años de militancia política, pero la mayoría no tenía la menor idea de por qué se los estaba privando de su libertad. Ni qué decir de lo que algunos pudieran saber del paradero de Tanco. Pero en eso estuvieron en igualdad de condiciones; durante el interrogatorio en la comisaría se dieron cuenta de que “ellos” tampoco tenían la menor idea de a quién estaban deteniendo ni a quiénes fusilarían horas después.
La orden fue impartida en la madrugada del 10 de Junio de 1956 por el Tte. Cnel. Desiderio Fernández al jefe de la unidad Rodolfo Rodríguez Moreno quien a las 4:30 de la madrugada acepta la orden de fusilar a los detenidos, Justo a mí me tenía que tocar... Sí, justo a él, o a cualquier otro. Walsh deja expresado que al Teniente, devenido posteriormente en Coronel, Fernández Suárez le costó bastante recordar el momento en que impartió esa orden.
El domicilio de Florida es allanado a las 23:30 horas pero se quedaron tranquilos al saber que la ley marcial se decretaba a las 0:32 del día 10.
Fueron llevados como auténticos colaboradores del levantamiento del Gral. Valle. A Gabino, uno de los sobrevivientes, se le dijo Esta noche te fusilamos. Nada más clarividente y oportuno. Éste y otros seis hombres huyeron de la masacre: Horacio Di Chiano, Miguel Ángel Giunta, Rogelio Díaz, Reinaldo Benavídez y los mencionados Julio Troxler y Juan Carlos Livraga. Pero cinco fueron los que no pudieron levantarse del basural: Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Carlos Lizaso, Vicente Rodríguez y Mario Brión. La prensa seria se mostró solidaria con la causa libertadora; tal vez por eso no acertaron a todos los nombres de las víctimas y los sobrevivientes.
Es difícil aludir a la figura de Rodolfo Jorge Walsh sin sentir dolor o angustia; no sólo por haber sido un intelectual comprometido con la realidad de su tiempo, ni por sus sobrados dotes literarios sino también porque remite a la época más oscura de nuestro país. Su vida, que brilló con luz propia, se tiñe de un halo de espanto cuando apenas cuenta con cincuenta años.
Nace en Choele Choel en 1927 con un lejano pasado irlandés. Se educa en dos colegios irlandeses. Trabaja como corrector de pruebas en la editorial Hachette donde será también traductor. Publica sus primeros trabajos críticos y periodísticos en las revistas Leoplán y Vea y Lea firmando, en muchos casos, como Daniel Hernández. Hacia 1953 publica Variaciones en rojo, una serie de cuentos con la que gana el Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires.
En la investigación de la Operación Masacre, Walsh se encuentra con el crimen organizado y ocultado por el Estado Argentino. A partir de la denominada Revolución Libertadora, las bases obreras comienzan su período de mayor desarrollo. Con su líder lejos, las masas populares, se abocan más fidedignamente que nunca a la militancia.
Se oculta con el seudónimo de Francisco Freyre en una casa en el Tigre. Con este seudónimo logró ocultar su identidad como parte de una obra más grande. Su identidad, sin embargo, no dejó de acompañarlo nunca, ni vivo ni muerto.
En 1957 comienza a escribir y ordenar la información que posee sobre el caso, en especial los testimonios ofrecidos por Juan Carlos Livraga. Las notas se empiezan a publicar en la revista Mayoría (desde el 27 de mayo al 29 de julio de 1957 en un total de nueve entregas) y en diciembre de ese año aparece la primera edición de Operación Masacre. Este trabajo periodístico parte en dos su vida y “los fusilamientos de 1956 son el punto y aparte de la trayectoria de Rodolfo Walsh”. (4)
El mismo tipo de procedimiento le servirá en su investigación sobre el Caso Satanowsky. Como también será lo propio de ¿Quién mató a Rosendo? algunos años después.
En 1959 se instala en Cuba. Funda junto con Jorge Ricardo Masetti la agencia de noticias Prensa Latina con la que descubrirá información sobre una mercenaria invasión a Bahía Cochinos por parte de la CIA.
Poco después hace conocer su obra de teatro La Batalla y presenta en el Teatro Gral. San Martín su obra La Granada. En 1966 publica Los oficios terrestres. Un año después conoce la luz su libro de cuentos Un kilo de oro.
En 1968 viaja a Madrid y se entrevista con el Gral. Perón quien le presenta a Raimundo Ongaro, secretario de la CGTA, CGT de los argentinos. Walsh dirige un semanario por pedido de Perón, llamado CGT. Éste estaba en contra de la burocracia sindical al mando de Vandor y los vandoristas. Poco después empieza su militancia en Peronismo de la Base.
En 1973 se publica en una colección “Mínima” de Siglo XXI Un oscuro día de justicia, si bien este cuento había sido escrito en 1967. En ese año comienza su militancia en Montoneros con el grado de Oficial 2º y el nombre de Esteban (segundo nombre de su padre); es responsable del Departamento de Informaciones e Inteligencia de Montoneros. En esta empresa política trató de concientizar al grupo de la importancia de una racionalidad estricta, de la particular lógica de la guerra que se libraba. Claras dejó sus disidencias con el partido. Pensaba, por ejemplo, que no se podía medir al compañero por su reacción en una situación límite como la de la tortura. Trató de transmitir a sus pares que las improvisaciones no podían tener lugar alguno. En oposición a lo inhumano de este sistema, proponía una red que no se desmoronara por la debilidad de un hombre. Participa con Paco Urondo (quien moriría en Mendoza también perseguido por las fuerzas armadas) de Noticias, un diario que dejaba ver las perspectivas del sector. Pero ya en 1976, hace conocer sus disentimientos con la conducción del partido. Los acontecimientos del 24 de marzo de ese año son de doloroso y público conocimiento. En septiembre muere su hija María Victoria que también era militante de la agrupación Montoneros. “La noticia de tu muerte me llegó a las tres de la tarde. [...] Escuché tu nombre, mal pronunciado, y tardé un segundo en asimilarlo. [...] “Era mi hija”. [...] Sufro mucho, quisiera acostarme y dormir y despertarme dentro de un año.” (5)
Crea la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA) y Cadena Informativa donde denuncia los crímenes nefastos que estaban cometiéndose en nuestro país.
Con el primer aniversario de la dictadura, envía su Carta abierta de un escritor a la Junta militar a las redacciones de los diarios. Un día después es secuestrado por las fuerzas conjuntas y su cuerpo es mancillado por éstas aún después de que supo acertar un buen tiro con su propia arma. No se inmola porque no cree en la debilidad o fortaleza del cuerpo.
Mientras juega al ajedrez en Capablanca cerca de la Plaza San Martín de la ciudad de La Plata, oye tiros a unas pocas cuadras. Sale y se encuentra solo. Como aquella noche, solo, se hallaría ante una investigación peligrosa a la que nunca temió. Igual de solo que Livraga cuando se levanta del basural habiendo, aunque herido por tres “tiros de gracia”, burlando a la muerte haciéndose el muerto. Cuando advierte los rastros que dejaron las balas en el rostro de Livraga, Walsh da por comenzada su investigación. Y también comienza a recorrer el difícil camino que lo llevará a reunirse con los otros fantasmas que tuvieron, si puede decirse, la misma suerte. El Expediente Livraga fue elevado a la justicia el 14 de diciembre de 1956. El 18 de ese mes Walsh se entera de que hay rastros de la masacre que tienen nombre y apellido y el día 21 siguiente ya está siendo salpicado por la muerte.
Walsh manejó la información sobre los fusilamientos de José León Suárez en forma separada de las otras matanzas del ejército. Al respecto dice Walsh en su prólogo: "Una de mis preocupaciones al descubrir y relatar esta matanza cuando sus ejecutores aún estaban en el poder, fue mantenerla separada, en lo posible, de los fusilamientos cuyas víctimas fueron en su mayoría militares. Aquí había un episodio al que la Revolución Libertadora no podía responder ni siquiera con sofismas."
Con la marcha peronista de fondo, el film abre paso a las imágenes que, como Troxler acierta, muestran la verdadera cara de la oligarquía. La miseria en los barrios obreros se había instalado nuevamente y ellos querían otro 17 de Octubre como en el ´45. Pero a cambio obtuvieron bombas, miedo, sangre, heridos. Basura otra vez.
Nicolás Carranza llega a su casa. De noche, cuando nadie lo ve. Su esposa lo abraza como si fuera la última vez y lo primero que escucha es Me están esperando ¿Sabés? La casa que les quieren quitar, la falta que hace el hombre en el hogar, quedate esta noche le dice, y la sugerencia de entregarse. Pero Carranza sale a buscar a otro compañero, Garibotti, que también recibe reproches de su mujer porque - íbamos a ir al cine. Pero los esperan en lo de Torre cuando su hijo le pregunta ¿Van a ver una de tiros, papá? A lo mejor...
Gabino no puede creer que Carranza se haya escapado de la cárcel. Abrazos, sonrisas, alegría. También de abrazos entre compañeros está hecha la película. Vicente Rodríguez no tiene trabajo, se despide de su esposa a la que logra engañar con sonrisas y le promete volver con toda la guita del mundo. Pero no vuelve. Se encuentra con Livraga que tiene que ir a una milonga pero que se deja convencer fácilmente cuando su amigo lo invita a escuchar “la pelea”. La pelea los alegra. El chileno pierde y están todos contentos. Entre el festejo por el triunfo argentino y la pregunta amenazante ¿Dónde está Tanco? deben haber pasado unos pocos minutos. En el film de Cedrón los sucesos son bastante vertiginosos desde entonces. Entre una reunión de amigos y un basural de José León Suárez parece haber sólo la locura de unos pocos hombres.
Los suben a un colectivo y los llevan a la segunda de Florida. Troxler conoce al comisario. Escuchan la noticia del levantamiento y de la ley marcial en todo el territorio, que por el horario en que se decreta, los pone a salvo. -¿Qué pasó? ¿Vos, no sabías nada? -¿Yo? No. –Te piden de la unidad regional. A ver si todavía te fusilan. No le haga esos chistes.
Los detenidos están sentados en la comisaría, mudos. El único sonido es el de unas botas de oficial que en una dolorosa metonimia, se pasea delante de ellos derrochando horror. Livraga le pregunta a Rodríguez si está metido en algo. Rodríguez le dice que no sabe nada. Casi ninguno sabe nada. Escuchan la noticia de la intentona y Carranza y Gabino parecen ser los únicos que entienden algo ¡Viva Perón, carajo! (6)
Después viene el “pianito” y las declaraciones. Le preguntan si es peronista. Carranza le dice que tiene seis hijos. Le preguntan si es peronista. Carranza le dice ¿Lo de los chicos no lo pone? Le preguntan si es peronista. Carranza no agacha la cabeza y responde: Sí.
La voz pregnante de Troxler recuerda En el interrogatorio nos preguntaban cualquier cosa... no sabían quiénes éramos. Ese era el comienzo de la ola de sangre.
Por la hora que se había hecho esta noche, ya no nos mueven, dice Gabino. La comunicación con La Plata no podía efectuarse. Con alguna dificultad pero con las palabras más claras y terminantes, se entabla finalmente dicha transmisión. Llevarlos a un descampado y fusilarlos. Quien recibe la orden pide que se lo repitan. Tal vez no haya escuchado, nosotros sí; tal vez no lo haya querido escuchar, ellos tampoco.
A Carranza su esposa le había dicho, De la cárcel se sale, Nicolás. Y es tan necesario ese abrazo último e infinito que elige Cedrón... Mencionándolos uno a uno los hacen salir de la seccional. ¿Adónde nos llevan? A La Plata.
Los primeros planos se suceden y se dibujan en aquellos rostros todas las marcas de una incertidumbre que pronto se convertirá en terror. El oficial que conduce el vehículo se descompone. Es algo más que un malestar, es un presentimiento; es el exceso, el asco. Pero para entonces, el vómito es apenas el prólogo del dolor más visceral.
Les parece un lugar adecuado. Bajan. Miran. Hacen bajar a algunos detenidos, eligiéndolos a su manera. Los hombres bajan, tranquilos. Un silencio penetrante y terrorífico que para alguno no se repetirá otras veces. Y para otros durará por el resto de sus días. Miran bien pero les parece que no, que no es adecuado para la empresa, que más adelante. En ese mismo silencio suben otra vez al camión, se adelantan un poco más y vuelven a bajar. ¿Nos vamos a quedar aquí esta noche? Sí, definitivamente, sí.
Que caminen adelante les dicen, y caminan. Que no miren para atrás, y casi obedecen sin comprender. Pero no les pueden pedir que no sientan el pánico inexplicable que les recorre el cuerpo. Los hacen frenar pero uno le dice a otro que corra, que los matan. Y sí, los matan. Los matan en un basural, a la madrugada y por estar reunidos, por jugar a las cartas y en algunos pocos casos por ser peronistas. Pero los matan, y los matan por (no) estar relacionados con una revolución que sólo algunos conocen. Y comienzan los disparos. En el silencio de la pesadilla, unos disparos que no comprenden y un pelotón que los fusila.
Gabino logra escaparse. Carranza, no. Troxler sí. Livraga se hace el muerto pero también se muere un poco cuando terminan a su amigo Rodríguez que les pide que hagan un esfuerzo más ¡Mátenme, no me dejen así!
¡Que traigan el camión! Pide Rodríguez Moreno. Mientras alguno va a buscarla, otros se preparan para fusilar a otro amigo. Lizaso los mira. No lo puede creer, no atina ni siquiera a correr. Seguramente tampoco se sosiega cuando escucha Tranquilo, pibe. Y en un primer plano detrás de los ejecutores, Lizaso yace de pie, con su mirada en alto Así nos matan... y también cae.
La operación no llega a su fin. Tienen que terminar a los que todavía respiran. Los cuerpos muertos aparecen detrás del velo del espanto, de la muerte y la injusticia más atroz. Los dan vuelta por si hay que darles un tiro más. Y Livraga todavía respira. El vapor que sale de su boca casi muerta lo delata. Le aciertan un tiro que le atraviesa el rostro de lado a lado. Walsh recuerda con odio las marcas que vio en sus mejillas cuando lo conoció.
La “marchita” otra vez. ¿Qué significaba ser peronista? Se preguntaba Troxler cuando no podía comprender por qué los mataban así. Pero tardaron mucho en comprenderlo a fondo, dice. Seguramente no lo puedan entender jamás. La ola de muerte que tantas veces se alojó en nuestro país no puede estar justificada por partidismo alguno.
Se hace de día después de la noche más eterna. Livraga camina por la calle apretando su brazo herido y sin poder sentir su rostro. Lo encuentran dos policías que se muestran hospitalarios. Livraga se deja conducir sin un hálito de fuerza. Lo llevan a un hospital. Está a salvo y lo curan. Su padre se lleva sus cosas y la enfermera le promete Yo se lo cuido, no se preocupe pero después se lo llevan nuevamente. Cuando la pesadilla parece terminar, empieza otra vez.
Troxler se mezcla entre la gente que espera el colectivo para ir a trabajar, sin saber demasiado, sin saber que a pocas cuadras de su casa, se ha producido un infame y clandestino fusilamiento. Y que tal vez la próxima les pase a ellos.
Un hombre, desaliñado, desprolijo, despeinado, espera el tren. Unos hombres lo miran y él lo sabe. Lo persiguen incluso cuando está arriba y se sientan a su lado con el mayor descaro. Pero la estación y la rapidez los sorprende y el hombre logra escapar.
La mujer de Vicente Rodríguez averigua por el paradero de su esposo. ¿Pero cómo, usted no leyó los diarios? ¿Es analfabeta? El sábado hubo muchos fusilados... Y, paradójicamente, lo más humano que le dice es que puede retirar el cadáver de su marido. Un primer plano del rostro inexpresivo de la mujer transmite más angustia que la que uno puede imaginar si se lo cuentan. Lo mira por última vez y se retira.
Livraga no está soñando. Pero está preso por haber tenido suerte. Porque las balas no lo mataron del todo y dejaron algo vivo en él aunque nunca más pueda despegarse del olor de la muerte. La manta de un perro lo abriga en el acto de ¿humanidad? de un oficial. Apenas se descubre la sombra del hombre, los pasos fuertes en el silencio de la angustia y Livraga cree que lo van a matar por segunda vez. Su padre lo busca pero nadie vio nada. Nada.
Di Chiano se había hecho el muerto como Livraga. Vivió durante meses escondido en un sótano. Giunta convive con la muerte y tiene aún en los oídos los disparos que no le acertaron cuando lo vuelven a detener.
En la embajada de Bolivia se asilan Gabino, Benavídez y el mismo Troxler que nos lo cuenta. Regresé de Bolivia ocho meses después. Pero aún no terminaba de entender por qué los mataban así.
El film tiene una rigurosidad y es la de respetar las sensaciones que transmite la investigación original; con otros mecanismos, con otros recursos, con el beneficio de la imagen. Pero con la misma contundencia con que Walsh desnuda su más doloroso trabajo periodístico. Él mismo dirá que nada de lo que había hecho hasta entonces podía ser denominado periodismo de investigación. El Walsh-narrador está presente en todo momento pero, a la vez, deja que la crónica se devele por sí misma. La inmanencia es la característica. Los hechos se cuentan y son contados. Lo demás es silencio... Troxler es para Cedrón, aquí, esa primera persona; que lo cuenta todo, que lo recuerda todo, que lo siente todo y le duele. Como a nosotros los espectadores. Las imágenes pintan un doloroso fresco de nuestro pasado transformando a la película en puro sentimiento. Los dos relatos son diferentes y los hechos se descubren con los artilugios propios pero el dolor es transmitido con similar coherencia. La denuncia es la misma, la indignación también.
Otra dictadura se llevó a Walsh, lo desapareció cuando la misma cumplía un año de atrocidades y de inaugurar la etapa más oscura de nuestra historia.
Jorge Cedrón muere en París en 1980 en circunstancias poco claras. Pero en este film dejó manifiesto el repudio ante lo innombrable y la injusticia, ante lo terrible y lo que no se puede entender. Es, simplemente, un documento único. En la última parte la película hace referencia a la explotación, a la entrega y a la represión. Tal vez no haga falta ir tan atrás para rastrear los acontecimientos que conviven con nosotros.
Una sucesión de fotos fijas cierra el film pero deja abiertos varios interrogantes. Troxler no pudo resolver por qué los mataban así. Nosotros, seguramente, tampoco.
Ficha técnica
Operación Masacre
Dirección: Jorge Cedrón
Guión: Rodolfo Walsh según su propio trabajo.
115 minutos
Intérpretes:
Norma Aleandro
Carlos Carella
José María Gutiérrez
Víctor Laplace
Raúl Parini
Ana María Picchio
Walter Vidarte
Zulema Katz
Julio Troxler
Blanca Lagrotta
Luis Barrón
Fernando Iglesias
Fernando Labat
Carlos Antón
Jorge de la Riestra
Sara Bonet
Equipo Técnico:
Fotografía: Julio Duplaquet
Música: Juan Carlos Cedrón
Escenografía: Esmeralda Almonacid, Oscar Donnes y Julio Lencina
Montaje: Miguel Pérez
La ficha técnica fue tomada de “Un diccionario de films argentinos” de Raúl Manrupe y María Alejandra Portela.
Notas
(1) En libro “Rodolfo Walsh, vivo”, Roberto Baschetti reproduce el artículo “Rodolfo Walsh, un hombre que se anima” de Carlos Burgos originalmente publicado en Cambio 4/III (12), México DF, julio-septiembre de 1978. El mismo Burgos refiere a la misma como “la revolución fusiladora”.
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(2) Primero se desempeña como jefe del Estado Mayor General del Ejército, y el 13 de noviembre de 1955, pasa a ejercer la presidencia provisional en lugar del general Eduardo Lonardi. Había venido manifestándose como no adicto al gobierno peronista y su gabinete estaba compuesto por diferentes fuerzas también no peronistas.
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(3) Tal cual lo dice en el prólogo de “Operación Masacre”, Buenos Aires, 1972.
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(4) Tomado del artículo Operación Rodolfo Walsh, de Ernesto Luis Fossati. Publicado originalmente en Primera Plana, N° 489, Buenos Aires, 13 de Junio de 1972.
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(5) Según se dice en el libro de Roberto Baschetti, Walsh hizo circular esta carta entre sus amigos. Baschetti, Roberto “Rodolfo Walsh, vivo”, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1994.
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(6) En Violencia y liberación, la tercera parte de La hora de los hornos (Fernando Solanas, producida entre 1966 y 1968 y estrenada en 1973) el mismo Troxler cuenta que la idea era ir a festejar a la Plaza la Revolución y esperaban eventualmente estar presos unos días. Nada más pudo Troxler imaginar entonces. En noviembre de 1957 lo vuelven a detener y, como cuenta en el film de Cine Liberación, conoce ahí la tortura.
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