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:: El crack

Una película argentina

En Agosto de 1960 se estrena en el cine Normandie El crack de José Martínez Suárez con un elenco de estrellas y una historia bien argentina y bien palpable. Los créditos del film pasan sobre un partido de entrenamiento que termina a las piñas y con la policía (hay cosas que siempre han sido igual).
La ópera prima de Martínez Suárez narra el ascenso a primera de un joven de la tercera del Club Tres de Febrero. Lejos de ser una visión idealizada de la pasión de multitudes, es una crítica virulenta al negocio del fútbol. El joven Osvaldo va a primera y con él, las ilusiones de sus amigos, de su novia, de su madre y hasta de su padre que, al principio, se mostraba reticente y no creía que su hijo fuera el ídolo que le pintaban: -¿Un fenómeno, pateando como una mula?
Martínez Suárez, cuyos comienzos se ligan a los estudios Lumiton, es uno de esos realizadores que “viene del cine profesional” (1) y lo tiene tan internalizado como para saber evitarlo. Pero su pasión por el cine se remonta a cuando era muy chico y, junto a un amigo, jugaba en el cine al lado del cual había nacido. En esta película, desenmascara un negociado y todo lo que viene detrás (que hoy ya no nos sorprende), al mismo tiempo que evidencia que su cine no ha perdido actualidad por más de un motivo. Pensemos si no, en la secuencia en la que los muchachos van en el camión paseando por un caro barrio de Buenos Aires y uno de ellos dice ingenua y resignadamente -Estos oligarcas tienen de todo... El plano se convierte en una cámara aérea para mostrar que los ricos también tienen hijos que envidiarían la salud de cualquiera de ellos. Las lecturas posibles son varias pero el impacto de los planos es único.
El crack está basada en una obra de Solly que a Martínez Suárez le había gustado mucho. Y supo que la llevaría al cine por medio del diario; sin saber que Carlos Parrilla, productor del film, había convencido a Juan Pelisch de que José tendría condiciones para dirigir la adaptación. (2)
Esta película tiene un realismo crítico que no toma distancia etnográfica sino que se introduce en un mundillo e involucra al espectador para manejar sus emociones y proponer la discusión.
La película es actual. No hay nada en ella que, más allá de los autos y las vestimentas, nos aleje realmente. Desde el vocabulario sencillo y auténtico de los personajes hasta el mismo manejo del negocio y la publicidad; pasando por un gran momento cuando los muchachos ven una escultura en la que unos hombres hacen un gran esfuerzo y dicen –Estos son los cinco tipos que más laburan en este país.
Los sueños tienen un lugar preponderante. Osvaldo sueña con jugar en primera; su novia sueña con “salir de la mugre”, dejar a su padre borracho y huir con Osvaldo; la madre de Osvaldo (Aída Luz en una interpretación con la que no es difícil identificarse) que no hace más que ver por los ojos de su pequeño y sueña con verlo triunfando, feliz y cumpliendo su sueño; don Paco, que sueña con volver a la tierra que tuvo que dejar cuando niño. Todos son sueños, en mayor o menor medida, en torno al fútbol y todos, en uno u otro caso, se quiebran con el dolor del fracaso. La incomprensión y la mentira los vacía de contenido en el mismo momento en que empiezan a tomar forma.
Osvaldito no quiere ser bolichero, quiere ser un gran jugador pero no entiende la maquinaria que se mueve detrás de su pasión. ¿Cómo puede un hombre manejar la publicidad y los medios? ¿Cómo seguir jugando a la pelota con el mismo empeño cuando uno es una figurita que se puede reemplazar por otra? Y al espectador no le queda otra que sufrir cuando el sudor puede sentirse en la pantalla... El relato es dinámico y frontal, no se anda con vueltas y es riguroso a la hora de arrojar el baldazo de agua fría. Cuando el representante del Central le está explicando a Osvaldo que el fútbol es negocio para él, para el club, para los medios, para el que vende bebidas en la cancha, para el que cuida los autos estacionados como su nuevo emprendimiento; las imágenes recorren cada una de esas situaciones, con una justeza y un timing perfectos.
Algún avispado le dice a Osvaldo que –Los tipos como ese son la otra cara del fútbol... pero Jorge Salcedo no es más que el malvado de la cuestión, y construye un personaje que lo precede y que no pierde su verosimilitud.
¿Cómo entender que publicidad es igual a mentira organizada? Cuando lo llevan a Osvaldo para una entrevista en la radio, le dicen –Ya sabés las preguntas y qué tenés que contestar. Nada hay de auténtico en ese mundo que se distancia de lo real y lo aleja cada vez más de sus ilusiones. ¿Qué es lo real? ¿No es más genuino el radioteatro que Osvaldo se detiene a mirar?
Como buen negocio, todo está en juego y, como tal, pone a todo en riesgo. Hasta puede pasar que un ex jugador lleno de plata, intente robarle la novia, seduciéndola con todo lo que no tienen ni llegará a tener, que tendrá que ser muy suya para salir corriendo.
La película tiene momentos de gran oscuridad como cuando el personaje de Marcos Zucker recuerda que “no tenían ni para un médico” cuando su mujer perdía su única posibilidad de tener un hijo. Ahí Zucker explica por qué va a la cancha: porque ahí puede expresarse, enojarse, porque no tiene un mango, porque no lo tuvo, porque el jefe lo explota, porque su mujer no lo dejó acercarse nunca más. Entonces grita -¡Grito! ¡Grito!
-Osvaldo sueña con jugar de otra manera. Qué importancia tiene esta frase cuando para ser lo que se quiere, hay que ensuciarse y dejarse ensuciar. Y el espectador no puede más que reconocerse. Especialmente cuando todos los personajes son retratados en el único momento de soledad y silencio. Una cámara sencilla pero genial, eterniza cada gesto, cada mirada, cada decepción, de una manera que no lo había hecho antes en la película y con una autenticidad que, sin duda, se debe a los actores y al director. Cada plano interpela, critica y reflexiona. Así también lo hace con la cancha: el pasto, la entrada, las gradas vacías que empiezan a poblarse para el gran acontecimiento.
Si Osvaldito juega bien en ese partido, va a valer millones y si no... Osvaldo sale de los vestuarios con una expresión nueva, distinta. Mientras la hinchada no parece acompañarlo, sus amigos y los habitués del boliche confían en él más que nunca. Él es el sueño de todos pero también es el negocio de unos pocos.
El espectáculo mismo, que excede el potrero y la plaza, se transformó en una empresa con un desmesurado crecimiento garantizado. En la cual, los objetos de compra y venta, son las ilusiones de unos jóvenes y sus familias. Y las canchas se convirtieron en un nuevo campo de batalla donde los que ganan, siempre son los más poderosos.
El partido está filmado durante un enfrentamiento real entre River-San Lorenzo, por lo que los miles de extras fueron tan auténticos como las emociones que el director quería transmitir.
–Entran cincuenta mil, pero van a meter treinta mil más.
Pero entonces, la doble fractura. Su madre sale corriendo de angustia y don Paco, ese que no quería agarrar hasta que no vio la plata, rompe el televisor de un botellazo. –Y bue... habrá que buscar otro; dicen los del Central sin meditarlo demasiado ni dimensionar el sufrimiento.
La ambulancia se va levantando papelitos como en una verdadera fiesta y se lleva las ilusiones de todos los que creyeron que Osvaldito los iba a salvar pateando la pelota como una mula.

Notas:
(1) Así lo expresa José Agustín Mahieu en Breve historia del cine argentino. Editorial Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 1966.
(2) Así lo declara José Martínez Suárez en una entrevista realizada para el libro Generaciones 60/90, coordinado por Fernando Martín Peña. Malba-Colección Constantini. Instituto Torcuato Di Tella. Film (on line). Buenos Aires, 2003.

Ficha técnica:
Título original: El crack
Año de estreno: 1960
Director: José Martínez Suárez
Libro cinematográfico: Martínez Suárez – Carlos A. Parrilla, Solly.
Intérpretes: José Salcedo, Aída Luz, Marcos Zucker, Domingo Sapelli, Carlos Rivas, Enrique Kossi, Fernando Iglesias “Tacholas”, Osvaldo del Castro, Claudia Laforgue, José Manuel Moreno, Víctor Martucci, Mirko Álvarez, Pedro Descio, José María Muñoz, Pacheco Fernández, Armando Lopardo, Pablo Cumo, André Norevó, Orlando Bohr, Francisco Martino, Paride Grandi, Antonio Pérez Tersol, Juan R. Lizzio, Antonio Salcedo, Cassandra Greys, voces de Nicolás Mancera y José María Muñoz.
Fotografía: Humberto Peruzzi
Música: Víctor Schlichter
Escenografía: Federico Padilla
Montaje: Antonio Ripoll y Gerardo Rinaldi
Producción: Alithia Cinematográfica (Carlos A. Parrilla)*

* Datos extraídos de R. Manrupe / M. A. Portela, Un diccionario de films argentinos, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 2001.


Por Natalia Taccetta (natalia@solocortos.com)
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