 Este corto demuestra que la economía de recursos definitivamente es fructífera a la hora de querer contar algo con pocas pretensiones e imágenes bien logradas. Casi la totalidad de esta pieza de aproximadamente 11 minutos de duración, logra hacerse de una estética propia que mantiene de principio a fin.
La banda sonora se desarrolla de una forma muy poco común; parece estar haciendo una invitación constante a la paz de alta mar utilizando sólo los sonidos del pescador en su cantar al trabajo cotidiano, el de las aves y el del motor del navío que, por otro lado, no nos saca del bien logrado clima de tranquilidad. Las aguas tranquilas y las gaviotas sobrevolando el barco del cual el director nos hace presos, nos llevan a la satisfacción absoluta; muy bien encuadradas, casi estáticas, y monocromáticas, todo en concordancia con la propuesta presentada. No obstante, hay que decirlo, uno se queda con las ganas de ver los colores de esas aguas cálidas...
Asimismo, cabe destacar que todos los recursos formales están puestos a favor de una narración clásica y para nada aburrida. Así, relajados, metiéndonos con los pies en el agua desde casi la primera toma, somos transportados hacia un oficio poco conocido para muchos. Pero que invita a la pausa propuesta, para disfrutar un poco de quehaceres que nos pongan en contacto con nosotros mismos.
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